1/21/2011

Cultura y educación

Hay términos, y el de cultura lo es, que generan una gran cantidad de literatura en sus alrededores, y además esta literatura no es pacífica. Son múltiples las disciplinas que se acercan y pretenden definirla, pero curiosamente, desde las aulas, desde la visión educativa se asumen diferentes conceptualizaciones, con una sensación más bien de azar, porque el foco del interés se centra en la interculturalidad y su práctica educativa. Esta situación conlleva que algunas propuestas se estructuren desde conceptualizaciones de la cultura estáticas que no contemplan su vitalidad. Probablemente sea necesario acercarnos a las distintas definiciones de cultura hechas desde los distintos ámbitos académicos que la abordan. Quizás, la mejor aproximación, sobre todo si intentamos acercarnos a su mayor valor para la educación, sea desde la antropología. Ahora bien, incluso en este campo la definición no es pacífica, como afirma Harris (2000, p. 17):
“El único ingrediente fidedigno que contienen las definiciones antropológicas de la cultura es de tipo negativo: la cultura no es lo que se obtiene estudiando a Shakespeare, escuchando música clásica o asistiendo a clases de historia del arte. Más allá de esta negación impera la confusión.”
Pero, en este primer acercamiento, antes de internarnos en los orígenes etimológicos de cultura y en sus desplazamientos metafóricos, ya encontramos una imposibilidad: el concepto administrativo, corriente de cultura no puede servirnos para nuestros fines.

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