Nunca como hoy hemos tenido tan presente la palabra cultura en nuestro vocabulario diario. Los políticos[1] la convierten en un elemento clave de la democracia y en instrumento para salir de la crisis. El presidente del Partido Popular en España afirma: que la cultura es: “un asunto de Estado que trasciende cualquier división ideológica y partidista al constituir uno de los elementos que vertebran la identidad de la Nación española”. El Plan Estratégico para la Cultura en Andalucía la define como:”un derecho ciudadano y recurso social y económico”. Hablamos de cultura empresarial, de cultura política, afirmamos que un centro educativo tiene su “cultura”, incluso llegamos a afirmar que tal o cual elemento de cualquier juego no están en la cultura de tal o cual entrenador. Kuper (2001, p. 19) dice que la belleza de toda esta situación es que nos encontramos ante algo que todo el mundo entiende y nos propone una cita de Larissa Mac Farquar:
“Tratamos de vender semiótica, pero lo encontramos algo difícil’, informaba una compañía londinense llamada Semitic Solutions, ‘así que ahora vendemos cultura. Ésta [noción, palabra] la conocen. No tienes que explicarla’. Y no hay motivo ni llamamiento alguno para no tratar la cultura como se merece. ‘La cultura lleva la voz cantante por lo que se refiere a motivar la conducta del consumidor’, proclama un folleto de la empresa, ‘más persuasiva que la razón más de masas que la psicología”.
Pero, al mismo tiempo, la cultura bien podría estar, siguiendo a Kuhn (1989, p.21), en una “crisis del paradigma”, desconfianza de las reglas de solución normales y proliferación de teorías especulativas.
Ahora bien, ¿Cuándo hablamos de cultura, multiculturalidad, multiculturalismo, interculturalidad…estamos todos hablando de lo mismo?
Kuhn, T. S. (1989). ¿Qué son las revoluciones científicas? y otros ensayos. Barcelona: Editorial Pidós Ibérica, S.A.
Kuper, A. (2001). Cultura: la versión de los antropólogos. Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica, S.A.
No hay comentarios:
Publicar un comentario