La reacción crítica a
la Ilustración emerge desde el historicismo y el movimiento romántico alemán. El
Romanticismo, que se va a extender por toda la geografía europea, comienza dentro
del propio mundo ilustrado en los escritos de Rousseau (citado en Mosse; 1997,
p.43) en su concepto del “hombre natural” bueno y virtuoso cuando no estaba
preso de la civilización. El hombre natural se convirtió en unos de los
elementos fundamentales de la atmósfera romántica, pero no podemos olvidar el
componente religioso, el pietismo alemán, la “piedad del corazón” como experiencia emotiva y la influencia del
movimiento literario “Sturm und Drang”,
con sede en Weimar (Mosse; 1997, p. 45), como vemos el Romanticismo incorpora a
su atmósfera, las ideas que sostenían el concepto de “Kultur”.
Su configuración
social fue la misma que la de la Ilustración: la intelectualidad independiente.
No obstante, se observa, como ya hemos comentado, una diferencia clara, los
ilustrados se encuentran en las cercanías del poder, ocupan plaza en las
universidades, mientras que los románticos están desarraigados del poder, lo
que llevará a algunos a solicitar su incorporación a empleos oficiales
dependientes de los príncipes alemanes que, poco a poco, van modificando sus
posiciones en relación con la “civilisation” francesa incorporándose a la
corriente romántica. Estamos, por tanto ante dos movimientos intelectuales (González
García, 1993, p.63):
“Así pues, el enfrentamiento entre ilustración y
Romanticismo también se traduce en la rivalidad entre dos tipos diferentes de
intelectual”.
Si con la Ilustración
adquiere predominancia la acción, con el Romanticismo se eleva a la persona por
encima de la acción, primado la emoción y el sentimiento. Debía separarse al
personaje humano del entorno, los acontecimientos externos eran meras circunstancias
y la realidad ya no determinaba la actuación o la naturaleza humanas. Los
sentimientos se elevan por encima de la razón, pese a que pudieran ser
irracionales (Mosse, 1997, p. 42)
“El racionalismo del siglo XVIII no había sido frío y
egoísta, pero los románticos no establecieron ninguna distinción entre un
Scrooge y los que creían que el progreso sólo era posible por la naturaleza
racional del ser humano. Para los románticos, la naturaleza humana se describía
mejor a través del ‘alma’, que contenía las emociones y potenciaba la
imaginación”.
Por otra parte, el
Romanticismo intenta mantener al hombre íntegro, salvarlo de esa fragmentación
a la que conduce la Ilustración. La naturaleza parece convertirse cada vez más
en el dominio de la investigación científica. El terremoto de Lisboa (1755),
supuso una brutal conmoción para los románticos de la época, privados de la
posibilidad de justificar mediante castigo divino el hecho, la alternativa
suponía una ruptura total entre cultura-naturaleza y el convencimiento de que
la naturaleza podía ser una fuerza hostil.
A su vez, el nuevo
discurso que introduce el historicismo afirma que el mundo es historia y es, además, la historia
de los pueblos. Aparece la noción de pueblo como un todo natural y una realidad
histórica, estructurado por lazos de sangre y descendencia y basado en
afinidades, tanto físicas como espirituales, con actividades características
que lo identifican y con una impronta espiritual propia. Obtiene su aliento del
“Volkgeist”, espíritu que con
variaciones de un pueblo a otro, se consolida por la coincidencia de
voluntades, convicciones y costumbre heredadas en el recorrido de la historia y
se asienta en un territorio identificado: la patria.
Con el inicio del
nacionalismo y la construcción del estado-nación moderno, basado en un criterio
culturalmente homogeneizador, las antiguas comunidades que podían ejercer
derechos colectivos y mantener sus prácticas ya no tienen sentido.
“El Estado moderno se basaba en una idea muy distinta
de unidad social. En general, sólo se reconocía los individuos como portadores
de derechos y se intentaba crear un espacio legal homogéneo compuesto de
unidades políticas uniformes y sujetas al mismo cuerpo de leyes e
instituciones. Se propuso desmantelar a las comunidades largamente
establecidas y reunificar a todos los
individuos así ‘emancipados’ sobre la base de una autoridad centralizada y
colectivamente aceptada. Puesto que el Estado no podía funcionar sin la
homogeneización cultural y social como base, hace ya varios siglos que se
intenta impulsar a las sociedades en esa dirección.” (Parekh; 2005, p. 25).
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