12/12/2015

La construcción de la tercera cultura

La teoría de la  construcción de la Tercera Cultura de Casmir (1992)  propone que, ante el fracaso de las culturas nacionales, para superar las barreras de la comunicación intercultural y reconociendo la diversidad como el eje vertebrador de la sociedad, es necesario construir “terceras culturas” para la comunicación. Construida dentro los modelos de comunicación intercultural está basada en el interaccionismo simbólico y pretende no centrarse tanto en las dificultades comunicativas, como en los resultados de la comunicación, planteando la posibilidad de la construcción cooperativa de una cultura común que facilite una comunicación intercultural más efectiva.
Tomando como referencia la Escuela de Palo Alto (1994) se define la tercera cultura como una subcultura que se produce en una situación comunicativa con el fin de conseguir unos objetivos determinados mediante ajustes de la conducta para la construcción de una experiencia común. Esta tercera cultura aparece en tres ámbitos: el individual, el organizacional y el mediado (Rodrigo Alsina M. , 1999).
 Para ello propone el desarrollo de tres modelos para el proceso de construcción de la tercera cultura: el ciclo de actuación que construye individualmente, la construcción de la tercera cultura y el tercer modelo basado en la interacción de los dos anteriores: el ciclo de actuación individual y la construcción de la tercera cultura.
En el primer modelo es, en opinión de Rodrigo Alsina (1999), un modelo limitado, construyendo individualmente en el entorno de la experiencia humana. Cuando esa experiencia crea la necesidad un desarrollo eficiente de conocimiento y capacidad conducen a que las siguientes fases de la relación interpersonal sean beneficiosas para los intervinientes en la comunicación.

Dice Romeu (2006):
El primer paso concibe a la relación interpersonal como un intercambio de experiencias a través de la comunicación, donde A y B son individuos que interactúan a partir de sus experiencias, pero al mismo tiempo, y a pesar de que se trate de experiencias y cosmovisiones diferentes, establecen relaciones entre ellos porque éstas están determinadas por la necesidad de dicha interacción. (pág. 8).

El segundo modelo está inmerso en la construcción de una tercera cultura que permite que dos o más intervinientes en una relación intercultural, en busca de una efectiva comunicación y un beneficio mutuo, desarrollan un nuevo sistema simbólico y estructural para, como dice Casmir (1992, pág. 420), “sobrevivir, crecer mutuamente y disfrutar de la vida”. Realmente, a partir de un primer contacto, personas de diferentes culturas pueden construir una tercera cultura, con valores compartidos, que además puede seguir recibiendo influencias de otros actores y continuar adaptándose y modificándose en virtud de las necesidades de forma permanente. El proceso de construcción puede ser interferido negativamente por personas o instituciones situadas al margen de la relación intercultural.
El segundo paso describe cómo este intercambio de experiencias entre A y B generará forzosamente, aún con los obstáculos externos a los que se enfrente dicha interacción, un ajuste en las mismas el cual construirá una instancia de comunicación a la que Casmir denomina “Tercera Cultura” y que no es más que un ambiente donde “quepan cómodamente” las experiencias de los interactuantes, es decir, se admitan como posibles para su intercambio armonioso y productivo, a partir de un proceso de acomodación de las mismas. (Romeu, 2006, pág. 8).

El tercer modelo surge de la combinación de los dos modelos anteriores y supone la culminación de la construcción de una tercera cultura que permita la relación fluida de los participantes.
Llegamos así a la tercera y última etapa que es en la que A y B una vez  instaurados los códigos comunes que resultan del ajuste del intercambio de experiencias y el intercambio también de las formas correctas para desconstruirlas, entenderlas y  asimilarlas como parte de una construcción común, establecen una interdependencia entre ellos, vía los procesos de la comunicación, que plantea una nueva  necesidad  de  interacción  desde  estos  códigos  que  se  han  instituido  como comunes previamente por los propios interactuantes. (Romeu, 2006, pág. 8).

Casmir afirma que su propuesta sobre la construcción de la Tercera Cultura se estructura por la inoperancia de las acciones políticas para resolver el conflicto multicultural, precisamente porque el punto de partida epistemológico no aborda posiciones de equilibrio, sino que se enfoca aún en controversias en las que el poder juega un papel dominante.
Sin embargo, la Tercera Cultura se sostiene, según su modelo, primeramente en un plano de relación interpersonal, que no garantiza su realización a nivel de toda la sociedad, y en segundo lugar, supone una plataforma que no interpela ni al poder político ni al de las instituciones sociales (y esto es al mismo tiempo núcleo de sus críticas y de su valor), sino que convoca a la buena voluntad entre los hombres y la cooperación “desinteresada” entre ellos.
Realmente Casmir no habla de la gestión práctica de su teoría sino que se limita a describir los modelos teóricos que construye y la relación entre los intervinientes.
Desde la perspectiva de la construcción de la Tercera Cultural en la comunicación intercultural Chen y Starosta, citados por Vilà (2005), definen cinco fases:
·         Comunicación  intracultural  intrapersonal  basada  en  las  etapas  de  conciencia  y presentación unilaterales, caracterizadas por la curiosidad y motivaciones iniciales para la comunicación intercultural.
·         Comunicación intercultural interpersonal basada por los estadios de búsqueda de información, de reciprocidad y de ajuste mutuo. Todo intento de superioridad de una de las partes puede desfavorecer la construcción de la tercera cultura.

·         Comunicación intercultural retórica, donde las dos partes empiezan a considerar no solo su propia perspectiva cultural y se establecen las funciones de convergencia e integración de aquellos elementos que constituirán la tercera cultura.
·         Comunicación metacultural basada en el intercambio simbólico y reinterpretación y los primeros intentos de acción mutua. Se propician dos estadios de reajuste y asimilación mutua,  que  favorecen respectivamente la reducción de desviaciones respecto a las normas establecidas y el establecimiento de la negociación como aspecto natural en la interacción. Aspectos que a su vez, favorecen trascender de las diferencias entre los referentes culturales que se fusionan en la tercera cultura.
·         Comunicación intracultural corresponde al estadio de abandono de la cultura primaria para la formación de una metaidentidad que reinará en las próximas interacciones. (pág. 59).



Estos enfoques teóricos, nos permiten analizar  el proceso de la comunicación intercultural  que se da en nuestro sistema educativo desde múltiples puntos de mira.

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