9/03/2015

Neoevolucionismo

Las décadas siguientes a la II Gran Guerra, hasta el despertar que supuso la primera crisis del petróleo en 1973, fueron una época de prosperidad económica sin precedentes y de hegemonía política occidental incuestionable. Esta situación estimuló una nueva perspectiva relativamente materialista que llevó a la sociedad a considerar que existía un modelo histórico y que el progreso tecnológico era la clave para mejorar la sociedad.
“El neoevolucionismo que se desarrolló en los Estados Unidos durante la década de los sesenta fue otro intento de los antropólogos que vivían en un país políticamente dominante por ‘naturalizar’ esa situación mediante la demostración de que se trataba de un proceso evolutivo que había permitido a los seres humanos adquirir un mayor control sobre su medio ambiente y una mayor libertad con respecto a la naturaleza.” (Trigger, 1992; Pág. 271)
Los evolucionistas del siglo XIX tienen la creencia de que las sociedades tienden a ser más felices cuanto mayor desarrollo alcanzan, mientras que los neoevolucionistas piensan que las sociedades más simples son más felices que las complejas. Pero, mientras los evolucionistas del siglo XIX consideraban primordial el concepto de progreso social, los neoevolucionistas descartan el determinismo e introducen la probabilidad. Argumentan que las sociedades preservan su estilo de vida, su cultura a menos que factores fuera de su control provocaran un cambio. Su postura es muy cercana a la de los difusionistas, muy lejos de la creatividad individual que había defendido Spencer y los evolucionistas del XIX para intentar explicar el cambio cultural. Ahora bien, los neoevolucionistas racionalizan su postura en términos de ecosistemas y superan mediante la evidencia arqueológica las notables similitudes que los difusionistas no pudieron explicar. Su línea fundamental de investigación se orienta hacia el análisis del cambio social y de los patrones de desarrollo que tengan relación con la cultura. Ahora bien, entienden que la cultura es sólo uno de los tres niveles de fenómenos en que se desarrolla el mundo. Así pues, a los fenómenos culturales hay que añadirles los físicos y biológicos. Por tanto la distinción entre ciencias naturales y sociales se basa no en el método sino en la naturaleza del objeto de estudio.
Con antecedentes en Alexander Lesser y Gordon Childe, los exponentes fundamentales del neoevolucionismo son Leslie White y Julian Steward (Trigger, 1992).
Lesser, otro de los alumnos de Franz Boas, a finales de los años treinta creía que las sociedades evolucionaban desde formas simples a formas complejas introduciendo de nuevo la perspectiva evolucionista en las ciencias sociales. En 1939  Lesser rompió públicamente con el particularismo histórico, argumentando que era posible conocer y demostrar las reglas generales de la evolución cultural (Belmonte; 1985). Por su parte Childe, durante el tiempo que dirige el Instituto de Arqueología de la Universidad de Londres se acerca al estudio de la evolución social desde una posición cercana a posiciones netamente materialistas:
“En esta etapa se dedica a profundizar en los aspectos teóricos más oscuros y complejos del marxismo, de manera que puede decirse que su compromiso ideológico e intelectual con el marxismo se fue acrecentando conforme pasaba el tiempo. Durante esos años publica un libro y siete artículos dedicados a tratar el tema crucial de la evolución social.” (Alcina Franch, 1999, Págs. 82-83)
Su explicación de la revolución neolítica debida a la posibilidad de generar excedentes posibilitando cambios tecnológicos y un significativo aumento poblacional refleja un evolucionismo multilineal.
Leslie White (1982), el primer impulsor del neoevolucionismo, rechaza el particularismo histórico de Boas y el reduccionismo psicológico de la escuela de cultura y personalidad y se considera a sí mismo un heredero de Morgan y su evolucionismo. White introduce un nuevo concepto “Evolución general,” que trata el progreso como una característica cultural general, aunque no necesariamente específica.
Al introducirse en el estudio de los fenómenos que comprenden el mundo White creía que podían ser explorados  a partir de tres diferentes puntos de vista: el histórico, el funcional y el evolucionista o formal temporal. El punto de vista histórico estudia la cultura con un enfoque diacrónico y particularista. El estudio funcional plantea una foto fija, un estudio sincrónico que pretende discernir la estructura formal de una sociedad y las interrelaciones funcionales de sus componentes. Mientras que, el estudio evolucionista es generalizador y diacrónico ya que ve los casos particulares como generales de tendencias mayores.
Las dos obras más ambiciosas de White se publicaron en 1959 (Marzal, 1997) y en ellas habla de la cultura como de un fenómeno humano general y pidiendo que no se hablase de culturas en plural. Esa afirmación representa una maduración desde posiciones anteriores, pues como nos dice Trigger (1992, pág. 273):
“A pesar de los esfuerzos que a veces hacía White por imponer sus teorías, también puso de manifiesto que éstas servían para estudiar las líneas generales del desarrollo cultural, pero no para inferir rasgos específicos de las culturas individuales.”
Describió la cultura como un elaborado sistema termodinámico.  Si inicialmente afirmó que la cultura funcionaba encaminada a lograr que la vida humana fuera más segura y duradera, a posteriori, en línea con la teoría de sistemas, rechazó esa visión antropocéntrica reflejando que únicamente evolucionaban para conseguir sus propios intereses. Es decir, la cultura se conforma como un sistema y su fin es la performatividad del propio sistema, como ya vimos al hacer referencia, por medio de Lyotard (1989) a la actual Systemtheorie de los teóricos alemanes.
Su percepción del cambio cultural es, por tanto, materialista y altamente tecnocrática:
“En su opinión, los sistemas culturales se componen de elementos tecnoeconómicos, sociales e ideológicos y que “sistemas sociales están….determinados por los sistemas tecnológicos, y la filosofía y las artes expresan la experiencia tal como queda definida por la tecnología y reflejada en los sistemas sociales””. (Trigger, 1992, pág. 272)
Sostenía que el subsistema tecnológico desempeñaba un papel fundamental pues era el factor determinante de la evolución cultural. Y así, formuló su “ley básica de la evolución” que constataba que la cultura evolucionaba a medida que se incrementaba la cantidad de energía utilizada per cápita.
Cultura=EnergíaXTecnología (C=EXT)
De tal ecuación podemos deducir que White ignoró la influencia del medio ambiente y de una cultura sobre otra, lógico por cuanto no entendía la cultura como un plural:
“se concentró en la explicación de la línea principal del desarrollo cultural, que estaba marcado por la cultura más avanzada de cada período sucesivo sin tener en cuenta su relación histórica.” (Trigger, 1992, pág. 272).
Pese a que frecuentemente se asimila la “ley básica de la evolución” de White con el marxismo la realidad es que sólo comparte una orientación materialista general y refleja la tendencia de los investigadores del neoevolucionismo de relacionar la tecnología con la sociedad, por encima de la relación del propio individuo.
En “La ciencia de la cultura(1982) White, tras analizar los conceptos de cultura que se habían ido definiendo, afirma que existe una absoluta falta de acuerdo sobre lo que tal término significa. No deja de ser significativo que hoy, medio siglo después, sigamos afirmando lo mismo. Para White (citado por Marzal, 1997, pág.147) la cultura se define como: “la clase de cosas y acontecimientos que dependen del simbolizar, en cuanto son consideradas en un contexto extrasomático”.
Por su parte, Steward trabajó en un enfoque alternativo, definido por él mismo como “ecología cultural”, multilineal, ecológico y, realmente, mucho más empírico en el estudio de la evolución cultural. Steward (Gil, 2010). Puso los cimientos sobre los que se desarrolló el enfoque ecológico que investigaba sobre el papel de la interacción de las condiciones naturales con la tecnología y la economía, como causantes de la variación en los sistemas culturales. Ahora bien, suponía que había regularidades en el desarrollo cultural y que las adaptaciones ecológicas eran vitales para determinar los extremos de las posibles variaciones en los sistemas culturales.
Mediante la realización de estudios comparativos, clasificó y definió varios modelos de culturas, a los que definió como “núcleos culturales”, adaptados al medio ambiente y, cada uno, con un nivel diferente de integración socio-cultural.
“Estas similitudes constituían el ‘núcleo cultural’, que consistía en aquellos rasgos de la cultura que estaban relacionados más de cerca con actividades de subsistencia. El núcleo abarcaba modelos económicos, políticos y religiosos que podían estar empíricamente determinados para tener un significado adaptativo primordial.” (Trigger, 1992, pág. 273).
Su aproximación al concepto de cultura le hacía contemplarla como un sistema de prácticas mutuamente reforzadas y soportadas por un conjunto de valores que determinan el comportamiento humano.
Estos dos diferentes enfoques se reconcilian en la obra de Sahlins y Service (Trigger, 1992) que establecen dos tipos de evolución: general y específica, teniendo que ver respectivamente con el progreso, según el concepto de White, y con la adaptación, tal como la analiza Steward:
 “a través de una modificación de adaptación: las nuevas formas se diferencian de las viejas. Por otra parte, la evolución genera progreso: las formas superiores surgen de las inferiores y las sobrepasan” (Shalins, 1992, pág. 371)

El neoevolucionismo ha sido una de las bases teóricas más utilizadas para justificar la diversidad cultural y, al mismo tiempo, el primer intento de recuperar un concepto nomotético de la cultura.

No hay comentarios: