Podemos
afirmar que el estructuralismo es una corriente muy extendida en las ciencias
sociales y con origen en la lingüística. Inicialmente aparece como una
metodología científica que pretende elaborar teorías objetivas y verificables.
Su desarrollo en las ciencias de la cultura se basa en la concepción simbólica
de la cultura. Ciertamente para Lévi-Strauss (1995) la cultura es un sistema
de signos, producidos por la actividad simbólica de la mente humana, y en la
que el ser humano pasa de ser el sujeto de la historia y la cultura, a ser un
objeto que se conoce por la objetividad y la neutralidad científica.
El estructuralismo mira al ser humano como
objeto de observación y análisis, como cualquier otro objeto de la ciencia,
porque el inconsciente precede a lo consciente y todos estamos sometidos a las
estructuras. Pero esas estructuras no equivalen a la estructura empírica ni a
un armazón fijo; son una estructura dinámica, pero estable y sistémica que no
se da en la realidad observable. La noción de estructura social no se refiere a
la realidad empírica, sino a los modelos construidos de acuerdo con ésta y las
relaciones sociales observables la materia para construirlos y permitir que se
desvele la estructura social.
«En primer lugar, una estructura
presenta un carácter de sistema. Consiste en elementos tales que una
modificación cualquiera en uno de ellos conlleva una modificación en todos los
demás. En segundo lugar, todo modelo pertenece a un grupo de transformaciones,
cada una de las cuales corresponde a un modelo de la misma familia, de manera
que el conjunto de estas transformaciones constituye un grupo de modelos. En
tercer lugar, las propiedades antes indicadas permiten prever de qué modo
reaccionará el modelo, en caso de modificar uno de sus elementos. En fin, el
modelo debe ser construido de tal forma que su funcionamiento pueda dar cuenta
de todos los hechos observados». (Lévi-Strauss, Antropología estructural., 1995, págs.
251-252)
Tiene un
carácter ternario, y el tercer elemento de esta estructura terciaria estará
siempre vacío y preparado para asumir cualquier significado, y está configurado
por la historia y la contingencia, esto es, aquellos aspectos que justifican la
perpetuación de los fenómenos sociales y culturales.
"Lo que denominamos estructuralismo
en el campo de la lingüística o de la antropología, o en el de otras
disciplinas, no es más que una pálida imitación de lo que las ciencias
naturales han venido realizando desde siempre. La ciencia tiene apenas dos
maneras de proceder: es reduccionista o es estructuralista. Es reduccionista
cuando descubre que es posible reducir fenómenos que en un determinado nivel
son muy complejos a fenómenos más simples en otros niveles. Por ejemplo, hay
muchas cosas en la vida que pueden ser reducidas a procesos físico-químicos que
las explican parcialmente, aunque no en forma total. Y cuando nos enfrentamos a
fenómenos tan complejos que no permiten su reducción a fenómenos de orden
inferior, sólo podemos abordarlos estudiando sus relaciones internas, esto es,
intentando comprender qué tipo de sistema original forman en conjunto. Y esto
es, precisamente, lo que intentamos hacer en lingüística, en antropología y en
muchos otros campos.". (Lévi-Strauss, Mito y significado, 1995, págs. 27-28)
Lévi-Strauss
denomina a su trabajo con el mismo nombre que su obra publicada en 1958 “Antropología estructural” (1995) ,
señalando la orientación positiva que debe tener el estudio de las ciencias
sociales. Para Lévi-Strauss el cosmos es un sistema cerrado, un sistema que
ocupa la humanidad, y afectado por la entropía. En “Tristes trópicos” (1988, pág. 467) nos dice:
“Así, la civilización, tomada en su
conjunto, puede ser descrita como un mecanismo prodigiosamente complejo donde
nos gustaría ver la oportunidad que nuestro universo tendría de sobrevivir si
su función no fuera la de fabricar lo que los físicos llaman entropía, es
decir, inercia. Cada palabra intercambiada, cada línea impresa, establece una
comunicación entre dos interlocutores equilibrando un nivel que se
caracterizaba antes por una diferencia en la información, y por lo tanto una
organización mayor. Antes que «antropología» habría que escribir «entropología» como nombre de una
disciplina dedicada a estudiar ese proceso de desintegración en sus
manifestaciones más elevadas”.
Frente al
estudio sincrónico del funcionalismo, Lévi-Strauss reconocía la importancia de
los estudios diacrónicos cuando además reconoce que tanto lo sincrónico como lo
diacrónico pueden ser igualmente inconscientes, reduciendo la distancia entre
ambos conceptos: “el estudio diacrónico
por sí solo —o casi— debe dar cuenta de los fenómenos sincrónicos” (Lévi-Strauss, 1995, pág. 176) .
La
característica estructural más importante de la mente humana es la tendencia a
dicotomizar, o a pensar en términos de oposiciones binarias, y después intentar
mediar esta oposición mediante un tercer concepto, que puede servir como base
para otra oposición. No obstante, la vieja oposición cultura-naturaleza no
tendrá, para la escuela estructuralista, otro valor que el metodológico pues la
cultura se reduce a materia ya que ésta ( (Lévi-Strauss, Tristes Trópicos,
1988, pág. 12)
“ha dejado de ser una sustancia para
convertirse en una relación”.
Por su
concepción de la cultura, tanto las de los pueblos “primitivos” como las de los “civilizados”
están construidas de la misma materia y, por tanto, los sistemas de
conocimiento del mundo exterior, magia o ciencia, no son estructuralmente diferentes. Simplemente,
son de índole distinta, pero la posibilidad de comprensión entre ambos tipos de
culturas radica básicamente en una facultad universal del género humano.
Su definición
de cultura, recogida en su libro “Antropología estructural” (1995, pág. 267) es volátil y
variable:
“Llamamos cultura a todo conjunto
etnográfico que desde el punto de vista de la prospección presenta, con
relación a otros conjuntos, variaciones significativas. Si se busca determinar
variaciones significativas entre digamos París y Marsella, estos dos conjuntos
urbanos podrán ser considerados provisionalmente como dos unidades culturales.
El objeto último de las investigaciones estructurales son las «constantes» ligadas
a estas variaciones, y entonces es posible advertir que la noción de cultura
puede corresponder a una realidad objetiva, sin que eso impida que sea a la vez
función del tipo de investigación que se tenga en vista. Una misma colección de
individuos, siempre que cumpla con la condición de hallarse objetivamente
localizada en el tiempo y el espacio, depende simultáneamente de varios
sistemas de cultura: universal, continental, nacional, provincial, local,
etcétera; y familiar, profesional, confesional, político, etcétera.”
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