A finales del siglo XIX la presencia de la etnicidad en los
intereses y en los trabajos de los autores que se relacionaban con la cultura
estimuló el enfoque histórico-cutural y el naciente relativismo. Es el momento
en que comienzan a aparacer definiciones que utilizan la descripción en su
concepto de cultura. Estos elementos descriptivos están presentes en la mayoría
de los autores decimonónicos.
Gustav Klemm, al que ya citamos al hablar del desarrollo de
la Ilustración en Alemania, inició con los diez tomos de su “Allgemenie
Cultur-Geschichte der Menscheit” el camino para definir el campo científico
del concepto de cultura. Aplicó su concepto de cultura a las costumbres de
sociedades aisladas, muy cohesionadas, con formas de vida de lenta evolución y
con base económica en la agricultura, por contraste con el concepto de
civilización construido por la Ilustración, con un ritmo evolutivo rápido.
Será
Edward Burnett Tylor (en Khan, 1975; Pág 15)
quien en 1871 publicó en “Primitive
Culture” una de las definiciones más aceptadas y extendidas de cultura:
“La cultura o civilización, en sentido
etnográfico amplio, es aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las
creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros
hábitos y capacidades adquiridos por el hombre en cuanto miembro de la
sociedad. La situación de la cultura en las diversas sociedades de la especie
humana, en la medida en que puede ser investigada según principios generales,
es un objeto apto para el estudio de las leyes del pensamiento y la acción del
hombre”.
Si bien es cierto que Tylor conocía y se apoyaba en la obra
de Klemm el gran logro de Tylor fue convertir a la cultura en objeto
sistemático de estudio científico. Con un enfoque globalizar comtempla a la cultura
como un sistema procesual y, al mismo tiempo, recorre el camino que llevará a
la total pérdida del sentido jerárquico de la cultura y a una visión partitiva
de las culturas individuales como todos complejos que se transmiten de
generación en generación. Es curiosamente la misma visión que transmiten los
difusionistas, por lo que podemos comprobar que no existía tanta lejanía con
los evolucionistas como Tylor.
Pero su procedimiento analítico de estudio de la cultura es
excesivamente descriptivo, consistía en una profunda disección de la misma
hasta obtener el mayor número posible de detalles. Una vez obtenidos estos se
procede a una clasificación que además permitiría fijarla en una graduación del
nivel de civilización (Ibidem; Pág. 15) “sus
distintos grados deben considerarse etapas de desarrollo o evolución”, lo
que nos permite incluir a Tylor dentro del darwinismo social. También es
evidente el uso del “método comparativo”
que Tylor desarrolló en un trabajo publicado en 1889 y en el que uso una amplia
muestra de más de 300 culturas. Aplicó por tanto una base estadística al método
comparativo, intentando calcular las probabilidades de “adhesión”, según su propia terminología, sobre las leyes de
matrimonio y descendencia.
Es evidente que, por su propia formacióny la pertenencia a su
época Tylor estuvo cerca del determinismo racial. Ahora bien existe una clara
contradicción en sus escritos, si en “Primitive
culture” afirma (en Harris; 1993; Pág. 120) se muestra radicalmente
avanzado al proponer “eliminar la
consideración de las variedades hereditarias o las razas humanas y tratar a la
humanidad como homogénea”, en “Anthropology”
el primer libro de texto escrito sobre la materia nos habla de la especial
capacidad de la raza blanca para llevar adelante la labor civilizadora.
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