La actual
situación, a la que nos ha conducido la crisis económica y las medidas
ortodoxas de control del déficit a la que todos los gobiernos europeos se han
visto abocados, genera una dinámica pública con una limitadísima capacidad de
actuación, orientada a acciones especialmente significativas y que llegan tras
un profundo proceso de establecimiento de prioridades.
Nos queda, por
tanto, incrementar nuestra capacidad de interlocución con todos aquellos
sectores que son sujetos y creadores de cultura. Entiendo, en este discurso,
que hemos de potenciar aquellas actuaciones que van en la línea de colaboración
con las acciones de Responsabilidad Social Corporativa (en adelante RSC), como
con las Organizaciones del Tercer Sector (asociaciones y fundaciones
primordialmente) sin olvidar otros actores sociales como Universidad, Colegios
Profesionales o Sindicatos, y dada la composición multicultural de nuestra
sociedad, creo que la interculturalidad como paradigma complejo de cultura
puede ser la mejor de nuestras bazas.
En la línea de
recuperación del discurso de interculturalidad, entendido, no sólo como culturas
étnicas distintas, sino como gestión de la diversidad, género, orientación sexual,
religión, etc., propongo una actuación que genere discurso y se acerque a las
diferentes inquietudes que en este momento se plantean en nuestra sociedad.
Está establecido el concepto “tolerancia”
como valor, sin que realmente comprendamos su verdadero significado
etnocéntrico. Zygmunt Bauman analiza el concepto, desde el cambio intelectual
que se produce al abandonar la modernidad y repensar nuestra sociedad desde la contingencia.
La tolerancia nos remite a una situación de modernidad, donde el planteamiento
filosófico[1] nos
la muestra como el símbolo de conducta, pero ciertamente puede conllevar una
carga de etnocentrismo. Pero la propuesta es la solidaridad reflejada como
responsabilidad mutua al compartir un destino común.
No me cabe duda que
los componentes más solidarios de nuestra sociedad se encuentran alineados en
organizaciones solidarias. No importa realmente cual sea la figura de
participación, socio o voluntario, ya que la estructura postmoderna de la
sociedad del conocimiento ha modificado profundamente con sus procesos de
reconstrucción las formas de compromiso social. La actividad de los más jóvenes
se siente más cercana a participar en causas y acciones concretas que su
pertenencia estable a grupos constituidos. Puede que en algún momento futuro
represente algún problema, pero las nuevas tecnologías de la comunicación han
permitido la organización de grandes movilizaciones que, eso sí responden a
causas concretas, sin que se haya reflejado en las mismas la falta de liderazgo
organizativo.
Esa falta de
liderazgo no se refleja en las organizaciones estables del tercer sector ni en
las organizaciones que desarrollan programas de RSC, por lo que debemos
apoyarnos en estos liderazgos para mediante procesos de diálogo compartidos,
acercar sus posturas en materia de acción cultural.
Es curioso
constatar el escaso resultado obtenido en ayudas al voluntariado cultural en
nuestra provincia, cuando es la más vertebrada a nivel organizativo del tercer
sector y la que posee un mayor número de organizaciones de segundo nivel.
Quizás el análisis consista en entender que la mayoría de las acciones y
programas de voluntariado se instrumentan a través de acciones culturales (sirva
como ejemplo una actividad de acercamiento a la lectura de grupos
desfavorecidos ¿es una actividad social o cultural? Para mí la respuesta es
obvia, la transversalidad de lo cultural impregna todas las actuaciones). Un
excesivo acotamiento de la acción reduciéndola al concepto de cultura clásico
aleja a las organizaciones de segundo nivel y limita la acción de numerosas
organizaciones.
[1] Richard Rortry “ puede
significar mera indiferencia y despreocupación derivadas de la resignación; el
otro no se va a ir y no se va a volver como yo, pero no tengo manera (en este
momento, por lo menos, o en un futuro previsible) de obligarlo a irse o a
cambiar; Como estamos condenados a compartir tiempo y espacio, hagamos
soportable y un poco menos peligrosa
nuestra coexistencia. Al ser tolerante incito a la tolerancia. Espero
que mi oferta de reciprocidad sea aceptada: esa esperanza es mi única arma”
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