Textos como las “Relaciones”, que se componían de las cartas enviadas por los misioneros jesuitas a sus superiores o compañeros en Europa se van recopilando desde el siglo XVII y comienzan a configurar la naciente Etnografía. Las “Relaciones” tienen su origen en las instrucciones dictadas por el Padre Francisco Javier al Padre Gaspar Barzaeus en las que le recomendó escribir cada cierto tiempo al Colegio de Goa informando sobre sus actividades en su destino de Ormuz (Ponce Alcocer, 2008). Entre los distintos tipos de cartas, personales, edificantes, anuales dirigidas a sus superiores, destacan las que se escribieron para el público en general con intención de imprimirlas. En ellas se describe el método evangelizador, los problemas a los que hubieron de enfrentarse y una descripción de las costumbres:
Esas cartas dirigidas al público dejan de publicarse tras las controversias que se produjeron al publicarse los ritos chinos, prohibiendo Clemente X nuevas publicaciones si no contaban con la autorización escrita de la “Propaganda Fidei” el año 1673. Pese a tal prohibición, el trabajo descriptivo de los etnógrafos jesuitas continuó a lo largo del siglo XVIII, con trabajos de Lafitau, Dobrizhoper y otros que sirvieron de base al trabajo de Demeunier “El espíritu de los usos y de las costumbres de los diferentes pueblos” (citados en Harris, 1993).
Estas obras constituían descripciones de costumbres o formas de vida y se expresaban ya en categorías etnográficas hasta el punto que la obra de Lafiteau contiene la primera descripción de una terminología clasificatoria del parentesco. Pero el estudio científico de cultura no se origina en estas etnografías, pues su concepto de cultura lo podemos describir como “de facto” ((Harris, 1993, p. 14):
“Como ya hemos visto anteriormente, no hay ninguna razón que nos obligue a insistir en que el concepto de cultura se construya de tal modo que se incluyan en él teorías como la de la unidad psíquica, la dependencia del aprendizaje y la herencia extrasomática. Despojado de estos factores, el concepto de cultura se reduce al de pautas de la conducta asociadas a determinados grupos de pueblos, es decir, a las ‘costumbres’ o a la ‘forma de vida’ de un pueblo. En este sentido, un concepto de cultura de facto es problablemente universal”
Efectivamente, la Etnografía no contempla en sus primeros trabajos la teorizaciones de cultura construidas por la Ilustración, ni, por su parte, pretende teorizar sino describir. Ahora bien, a partir de sus escritos los filósofos ilustrados comienzan a elaborar trabajos comparativos de carácter etnológico y se comienza a vislumbrar la diversidad humana. Debemos resaltar, la labor de Demeunier (Bauman, 2002, p.127) que, sin haber viajado nunca, fue capaz de continuar la labor de categorización de Lafiteau incluyendo “elementos tan refinados como los parámetros de belleza o desfiguración personal”. Pero la capacidad de la Etnografía para comprenderse como disciplina capaz de estructurar lo que Wisler denominó “patrones culturales universales” no se producirá hasta el siglo XX.
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