12/19/2015

El interculturalismo o lo que puede llegar a ser un proyecto político de la interculturalidad

El multiculturalismo se configuró como la respuesta política a las sociedades multiculturales. Del mismo modo se puede entender el interculturalismo, como la respuesta política a las sociedades multiculturales que supere las limitaciones del multiculturalismo.
Ciertamente, y del mismo modo que con el concepto de interculturalidad, nos encontramos ante un término polisémico y su contenido varía en función de la geografía y los enfoques de investigación de los diferentes autores.
Ramón Soriano (2004), entiende el concepto como una nueva concepción de las relaciones entre las culturas, una coexistencia en un plano de igualdad con una doble vertiente: ética y social. Ambas nos obligan a reconocer el mismo valor en el intercambio cultural  y un plano de igualdad en la búsqueda de puntos comunes en creencias, valores y acciones.
 […], el interculturalismo tal como yo lo defino, no coincide con las definiciones y pretensiones de otros autores, que ofrecen diversos modelos interculturales de desigual calado en la doctrina actual, muy rica y extensa; desde un interculturalismo débil –que acepta la dignidad de las culturas, pero no en un plano de igualdad de partida para todas ellas , sino, a lo sumo, de llegada, tras un proceso de cambio de su patrimonio de valores (la posición más habitual entre los liberales)-, a un interculturalismo fuerte que concede ese plano de igualdad en la salida del intercambio cultural, a pesar de las carencias y limitaciones  (pág. 92).
Por su parte Olveira Olveira, Rodríguez  Martínez y Touriñan López (2003) interpretan que la concepción intercultural incorpora a la realidad multicultural una interpretación que defiende la integración.
 El interculturalismo tiene como objetivo los modos de comunicación, de intercambio o de conexión entre múltiples grupos culturales, situando en igualdad maneras distintas, de pensar y códigos de expresión diferentes. No en vano, el interculturalismo es también una forma de interrogarse acerca de los modos, de las costumbres, de los hábitos de personas que, procedentes de horizontes culturales diferentes e instalados en una sociedad diferente, consiguen adaptarse salvaguardando la libertad, para no quedar asimilados totalmente por la cultura de la sociedad de acogida (pág. 13).

 Posteriormente Touriñán, en su artículo para la revista Bordón (2004), considera la interculturalidad un hecho y el interculturalismo una propuesta de proyecto, una tarea a realizar en el nuevo siglo que está condicionada por varias ideas: la del Tercer Sector, la del Tercer Entorno, la de Mundialización y la de la Tercera o Cuarta Vía.
 Denominamos “tercer sector” a un conjunto específico de organizaciones de la sociedad civil, sin fines de lucro y con autonomía, que cuentan con una mezcla de personal asalariado y voluntario y prestan algún tipo de servicio social con una finalidad de interés general. El término “tercer sector” tiene su origen en Estados Unidos en los trabajos de la “Comission Filer(Soriano Ayala E. , 2010). Su labor como agentes sociales de mediación en relación con la interculturalidad es de una importancia fundamental, sobre todo su trabajo en los entornos a los que la educación intercultural no llega. Es evidente que sus propuestas afectan decisivamente a la construcción del proyecto sociopolítico de la interculturalidad.
En relación a la “telépolis” o tercer entorno seguiré a Echeverría Ezponda (1997). En su opinión estamos asistiendo al nacimiento de un nuevo modelo de espacio social que denomina tercer entorno. El primer entorno o “Phisys” se refiere a las relaciones en el primer estadio de desarrollo de la humanidad, el segundo nos remite a la Polis y el nacimiento de la cultura, mientras que el tercero nos habla de la “telépolis”, o ciudad global y de la tecnología.
Telépolis es una nueva forma social de interacción a distancia posibilitada por las nuevas tecnologías (informáticas, electrónicas, telecomunicativas, semióticas…). Telépolis modifica profundamente las actividades sociales de los pueblos y las ciudades: la política, la guerra, el derecho, la banca, el comercio, la producción, el consumo, la reproducción, la ciencia, el arte, la religión, la información, la documentación, la comunicación, la enseñanza, la medicina, la lectura, la escritura, el deporte, el espectáculo, el ocio, el sexo, etc. Las tecnologías aludidas modifican la práctica de dichas actividades siempre en un mismo sentido, que puede quedar resumido mediante el prefijo ‘tele-‘, añadible hoy en día a casi todas ellas (pág. 8).

Comparto tanto la opinión de Touriñan como la de Echeverría de que este nuevo espacio de interacción social está influyendo de forma decisiva en la construcción del interculturalismo.
La publicación de UNESCO (2002, pág. 9) nos presenta la globalización y la mundialización como conceptos “en busca de definir los ámbitos de la realidad que quieren representar”. Pese a que hay autores como Touraine (1998) que opinan que la globalización, la mundialización son una construcción ideológica y no la descripción de un nuevo entorno.
Como decía el viejo Marx hace un siglo y medio, pero en otro sentido, hay un fantasma en Europa. Un fantasma que no es el comunismo ni el capitalismo, es la globalización. Vivimos con la idea, acertada o errónea, aún no lo sé, de que estamos entrando en un mundo distintos al de los últimos veinte años. (pág. 64).

En cualquier caso, el concepto representa al mismo tiempo un síntoma y una manifestación del cambio cultural y económico y se convierte en una de las imágenes icónicas del mundo de hoy.
El espacio mundial que fue ocupado por los estados nación está unido, en estos momentos, por procesos globales de naturaleza liberal que regula a los mercados e impone sus criterios. Visto desde la óptica cultural resulta interesantísima la opinión de Machuca Ramírez (1998):
“Dada la universalización de la noción del patrimonio cultural en la figura de patrimonio de la humanidad, el proceso de globalización obliga a cuestionar –desde dentro y desde fuera- el concepto nacionalista estatal del patrimonio. Asimismo, obliga al reconocimiento de la pluralidad cultural existente en el interior de cada país, como un patrimonio de diversos grupos culturales y comunitarios, superando de esta manera la idea de un legado homogéneo y único de la nación.
Poner en duda la unidad nacional-estatal de la cultura se relaciona con una crisis del concepto de nación. A su modificación concurren una diversidad de fenómenos de diferenciación y recomposición.
De caracterizarse como una totalidad centralizada, autosuficiente (vuelta hacia sí misma) y defensiva, la nación como entidad cultural va configurándose como el conjunto progresivo de mediaciones posibles que conforman una materia de identificación cultural que no se agota en ella.” (pág. 28).

La crisis del estado nación y su concepto hegemónico de la cultura van a permitir la introducción en las políticas culturales estatales de ciertos guiños ideológicos que responden a conceptos de cultura no esencialistas. Ahora bien, sólo son guiños sin reflejo presupuestario.
La influencia de la mundialización sobre el proyecto sociopolítico del interculturalismo, sea una construcción ideológica conservadora o un nuevo entorno es real. Las crecientes limitaciones provocadas por las políticas neoliberales y neoconservadoras, reducen drásticamente la capacidad de la sociedad para llevar adelante políticas de redistribución que intenten resolver la exclusión. Ramón Soriano afirma (2004):
El interculturalismo, ya se entienda en un sentido débil o fuerte, es una consecuencia de la globalización, pero también un fenómeno que influye en ella (pág. 92).

Otra de las ideas que condicionan el interculturalismo se gestiona en el desarrollo de la tercera y de la cuarta vía. La tercera vía agrupa un elevado número de aproximaciones teóricas y, un número menor, de propuestas políticas que sugieren una ideología centrista o reformista y una economía que no se abandone totalmente en manos del mercado, ni esté regulada en su totalidad. El enfoque reformista se inspira fundamentalmente en la obra de Anthony Giddens “La tercera vía(1999) y considera que el modelo propuesto revitalizaría la socialdemocracia. Su objetivo sería compatibilizar los valores tradicionales de centro-izquierda, como la solidaridad social, la justicia social, la responsabilidad y las oportunidades, con los postulados económicos del libre mercado, como la reducción del intervencionismo y de los impuestos.
En cuanto a la cuarta vía su desarrollo es muy reciente y limitado. Pretende diferenciarse tanto de la primera vía o capitalismo, de la segunda vía o socialismo y de la tercera o reformismo. Guerrero (2000) explica que:
Podría decirse que consta, por ahora, del simple núcleo de un modelo de reforma del capitalismo que no puede aspirar a ser un auténtico programa alternativo hasta que no haya un grupo suficiente de gente trabajando en torno a dicho programa, elaborando y reelaborando en el terreno de lo concreto las propuestas que aquí sólo se ofrecen en un plano conscientemente abstracto (como resultado, sin embargo, de lo que pretende ser buena, y no mala, abstracción, algo imprescindible para desarrollar cualquier verdadera teoría). Dicho núcleo, formado por las tres propuestas que se analizan a continuación, se basan en el rechazo de la hipótesis implícita en las tres primeras vías (la supuesta necesidad del mercado en cualquier tipo de economía capitalista). Lo que aquí se propone es una reforma del capitalismo que permita pasar a un capitalismo sin mercado, es decir: con planificación, con decisiones descentralizadas y democráticas, y sin capitalistas. Intentaré explicarlo sucintamente. (pág. s/p).


Gran parte del enfoque intercultural se está generando, en estos momentos, en la América Latina y contiene, en gran medida, componentes de esta nueva forma de entender el sistema económico y la sociedad que combina el mercado con la solidaridad.

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