Los profundos
cambios que la postmodernidad y la globalización actúan sobre las teorías de la
cultura modificando sus bases. Las grandes tensiones que se generan en la
globalización se gestionan en la dicotomía entre la homogeneización y la
heterogeniezación de la cultura. Gran
parte de la teoría cultural afirma la predominancia de los procesos de
homogeneización. Schiller en su artículo “Communication
and cultural domination” (1975/1976) expone el proceso de
extensión cultural norteamericano, o Mattelart (1995) que nos habla de la
internacionalización de las redes culturales.
Arjun
Appadurai (2001) intenta encontrar un
camino que permita comprender como de la globalización surge diversidad:
Con frecuencia
me encuentro bastante
problematizado por el
uso de la palabra
"cultura" como sustantivo, y en cambio, muy apegado a la forma
adjetiva de la palabra, o sea, "cultural". Cuando pienso por qué me
pasa eso, me doy cuenta de que el mayor problema de la forma sustantiva es que
implica que la cultura es algún tipo de cosa, objeto o sustancia, ya sea física
o metafísica. Esta sustancialización, me temo, parece devolver la cultura al
espacio discursivo de lo racial, es decir, a aquello que precisamente debía
combatir, desde sus orígenes. Al implicar una sustancia mental, el sustantivo
"cultura" parece privilegiar las ideas del estar de acuerdo, estar
unidos y de lo compartido por todos que sobrevuelan frente al hecho del conocimiento
desigual y del diferente prestigio del que gozan los diversos estilos y formas
de vida, y parece desalentar que prestemos atención a las visiones del mundo y
la agencia de aquellas personas y grupos que son marginados o dominados (pág. 14) .
Esta nueva
visión nos lleva al abandono de la cultura como sustancia y nos lleva a una
concepción de la cultura como la organización de la diferencia, para tras pasos
sucesivos como la identidad del grupo basada en la diferencia y,
definitivamente a un proceso que naturalice un subconjunto de diferencias
movilizadas para articular una identidad
al grupo.
El estudio de
la cultura cambia dirigiéndose a la comprensión de las estrategias de
diferenciación y la forma de organizar las relaciones. En lugar de cultura como
sistema de signos y textos, como sistema de significados, hablaremos de lo
cultural como un choque de significados en las fronteras de los grupos.
Esos
significados que eran variables en el caso del cambio de función de los bienes
de sentido que cambiaban de ámbito cultural, son contemplados también por
Appadurai (2006) , pero, en este caso,
refiriendo a los bienes que se indigenizan, recorriendo el sentido contrario a
la homogeneización. Sostiene que el mercado global trae consigo una creciente
disyunción entre la economía, la cultura y la política, que antes coincidían en
el Estado-nación y ofrece una teorización de estas dimensiones de la
globalización por medio de cinco elementos conceptuales, que llama “scapes” de la cultura global:
a) el paisaje
étnico o ethnoscape
Por paisaje étnico me
refiero al paisaje de personas que constituyen el cambiante mundo en que
vivimos: los turistas, los inmigrantes, los refugiados, los exiliados, los
trabajadores invitados, así como otros grupos e individuos en movimiento que
hoy constituyen una cualidad esencial del mundo y parecen tener un efecto, como
nunca se había visto hasta este momento, sobre la política de las naciones y
entre las naciones (pág. 9) .
b) el paisaje
mediático o mediascape
Por paisaje mediático me
refiero tanto a la distribución del equipamiento electrónico necesario para la
producción y diseminación de información (periódicos, revistas, estaciones de
televisión, estudios de cine, etcétera) disponible actualmente para un número
creciente de intereses públicos y privados en todo el mundo, como a las
imágenes del mundo producidas y puestas en circulación por estos medios (pág. 10) .
c) el paisaje
tecnológico o tecnoscape
Por paisaje tecnológico me
refiero a la configuración global, también cada vez más fluida, de la
tecnología y al propio hecho de que la tecnología, tanto la alta como la baja
tecnología, tanto la mecánica como la informática, actualmente se desplaza a
altas velocidades a través de todo tipo de límites previamente infranqueables (pág. 9) .
d) el paisaje
financiero
e) el paisaje
ideológico.
El uso del
sufijo “scape” en inglés busca
comunicar que estas son perspectivas culturales cuya codificación e
interpretación dependen de la posición del espectador, y que están en constante
transformación. Appadurai sostiene que estos paisajes son los fundamentos de lo
que Benedict Anderson, al que cita, llama “comunidades imaginarias” porque ofrecen
“mundos imaginados” con los que las personas perciben sus realidades,
pertenecen tanto a “comunidades imaginadas” como a “mundos imaginados”.
El paisaje
que conforma la ideología nos remite a las redefiniciones de conceptos, “libertad”
o “democracia” necesitan una traducción e interpretación cuando chocan en las fronteras
entre una cultura y otra porque dependen de convenciones y del marco paradigmático
de las culturas para cobrar significado localmente. Así, la democracia se construye
y se vive de distinta manera de acuerdo al paisaje ideológico predominante en el
estado donde se desarrolla, pero esto no significa que las ideas de “los otros”
dejen de ejercer un poder importante en la configuración del discurso político
local.
Appadurai
argumenta que el movimiento global de estos varios paisajes ha traído consigo
su creciente disyunción: el flujo de personas, tecnologías, representaciones e
ideas coexisten sin necesariamente coincidir. Por ejemplo, la
desterritorialización de algunos grupos sociales que no habitan en su
territorio natal deben adaptarse a otros paisajes y resolver la tensión entre
la necesidad de adaptarse a su nuevo entorno y mantener una identidad cultural
distintiva.
Afirma Grimson
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