Una de las
características fundamentales del funcionalismo es que conceptualmente la
cultura no es un simple ensamblaje de rasgos mezclados, sino un conjunto
holístico de elementos complejos que constituyen mecanismos interdependientes
unos de otros. Las instituciones sociales están en conexión con el resto de los
patrones culturales, y así, todo patrón de cultura se reflejará en otro y dos
culturas que integran de modo distintos los rasgos análogos son, en realidad
totalmente distintas. Por tanto, podemos afirmar que la sociedad es un todo
integrado
El término “funcionalismo” se halla unido al nombre
de Bronislaw Malinowski. Éste, en efecto, intentó definir toda la realidad
socio-cultural a partir de la teoría desarrollada bajo este nombre, si bien él
tendía a exagerar sus propios méritos, sería injusto el minimizarlos. Esto es
lo que parece hacer R.H. Lowie al rendirle homenaje (citado por Mercier, 1995;
Pág. 131-132):
“En breve, apenas se podrá decir que él sea
el padre
o el único interprete del funcionalismo.
Nosotros saludamos con alegría a su más claro y persuasivo heraldo. Otros han
practicado o profesado esta fe: él ha hecho las dos cosas”.
Verdaderamente, el hecho existía antes que la
palabra, y desde que surgieron estudios sociales,
gran número de investigadores habían presentido, y algunos habían dicho que un
hecho no puede ser interpretado sin tener en cuenta, si no todos los demás, por
lo menos todos los que están en conexión con el mismo. Este fue un tema menor,
aunque en algún caso revistiera mayor importancia, del evolucionismo del siglo
XIX. En la época en la que Malinowski comenzó sus trabajos la idea estaba, en
expresión de Mercier (1995; Pág. 132) “en
el aire”, y Franz Boas, a lo largo de su obra, había señalado su
importancia.
La noción de
función y la de integración social estaban presentes en la obra de Durkheim (2007), aunque Malinowski las
haya utilizado en posiciones más sistemáticas. Durkheim planteó en “Las reglas del método sociológico” (2005)
que la sociedad se compone de diversas instituciones, con su función específica,
que se integran sistémicamente y de forma similar a los seres vivos, con
órganos especializados, y, del mismo modo, que un ser vivo puede enfermar una
sociedad puede caer en anomía. Pero lo cierto es que Durkheim no contemplaba la
cultura como objetivo de estudio sino los hechos sociales, pese a ello ejerció
una notable influencia sobre las escuelas británicas y norteamericanas de
cultura. Marcel Mauss (1970-72), sobrino y colaborador de Durkheim, puso en
primer plano la idea de totalidad.
En los años
comprendidos entre las dos guerras mundiales fueron puestos de relieve por
muchos autores los temas “funcionalistas”.
Thurnwald en su obra “La economía de las
comunidades primitivas” (1937) nos presenta un trabajo realizado antes que el
de Malinowski, y en el que insistía sobre las
interrelaciones entre todos los
órdenes de hechos
Sin embargo,
fue Malinowski el animador de la revolución funcionalista. Las posiciones
teóricas de Malinowski fueron rápidamente contrarrestadas pero cambió
profundamente el concepto de la investigación y el trabajo de campo.
Malinowski
(citado por Mercier, 1995; Pág. 132) asumió dar forma teórica a todas las
sugestiones y experimentos realizados con anterioridad o que se estaban ejecutando
todavía, definiendo el análisis funcional que tendrá como objetivo:
“La explicación de los hechos
antropológicos, en todos los niveles del desarrollo, por su función, por el
papel que juegan dentro del sistema total de la cultura, por el modo de estar
unidos entre sí en el interior de este sistema, y por la manera que este sistema
está unido al mundo físico. La identidad real de una cultura parece reposar en
la conexión orgánica de todas sus
partes, sobre la función que tal detalle realiza en el interior de su
sistema, sobre las relaciones entre el sistema, el medio y las necesidades humanas.”
El término “orgánica”
en relación con “función” es importante para el desarrollo de la teoría
funcional de la cultura de Malinowski, y es también el más vulnerable. La nueva
corriente a la que da forma Malinowski fue denominada inicialmente “organicismo”,
en un sentido evidentemente distinto del que trasladaban las viejas teorías.
Efectivamente,
el punto más débil de la teoría que construyó Malinowski a través de sus obras
ha sido, afortunadamente, construido después (1970), y puede ser separado del
conjunto sin perjudicarlo, se trata de la “teoría
de la necesidad” aunque que llegó a considerarla la base de su edificio.
Éste tiene la ventaja de postular la unidad del hombre
manteniendo bajo control los determinismos geográficos. Pero los inconvenientes
son importantes: parte de la constatación de que los hombres tienen necesidades
universales, y la cultura es el medio que permite satisfacerlas; existe una
respuesta cultural para cada necesidad. El hombre resuelve sus problemas culturalmente.
Para Malinowski,
una cultura debe ser considerada como una totalidad coherente, no pudiendo en ningún
caso ser interpretados separadamente
todos los aspectos que presenta. Tal método debía conducir al desarrollo
de investigaciones más intensivas que las realizadas hasta entonces. El fin perseguido
había de ser el conocimiento de la totalidad
cultural.
Igualmente el
simbolismo, fundamentalmente el lenguaje, se constituye como un elemento
esencial en la configuración del concepto funcionalista de cultura. Malinowski
en “El grupo y el individuo en el
análisis funcional” (1993; Pág. 295) afirma:
"El simbolismo hizo su aparición
con las primeras apariciones de la cultura humana. Es en esencia esa
modificación del organismo humano que le permite transformar el impulso
fisiológico en un valor cultural".
Hemos visto pues
los elementos que articulan el concepto de cultura del funcionalismo: el
concepto de función, su estructura sistémica, la teoría de la necesidad y, finalmente,
el simbolismo.
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