Reflejo de su
nombre, su centro de interés se fija en las relaciones entre la cultura y el
individuo articulándose en las relaciones del particularismo histórico con
corrientes dominantes de la psicología y el psicoanálisis. Mientras el mundo
vivía el intervalo entre las dos grandes guerras, el particularismo histórico y
el progresivo alejamiento de las nociones de causalidad y evolución
interactuaron con las doctrinas de Sigmund Freud, fundamentalmente las
relacionadas con la cultura que expone en “Tótem y tabú” (2000) y en
“El malestar en la cultura” (2005). Esta
relación no podía ser pacífica y como nos dice Harris (1993; Pág. 340):
“Con el tiempo, la tendencia de la
antropología al mentalismo y al estudio de lo individual le hizo pasar por
encima del fisicalismo de Freud, aunque ello no ocurrió antes de que las dos
escuelas sufrieran drásticos cambios: los freudianos renunciaron a su
evolucionismo y sustituyeron sus complejos instintivos universales por el
relativismo cultural, mientras que los boasianos por su parte dejaron a un lado
su insistencia en la historia y en la difusión. El resultado podría llamarse la
versión americana del funcionalismo sincrónico: cultura y personalidad.”
La escuela
desarrolló sus teorías a lo largo de tres fases temporales: prefreudiana,
freudiana y otra que podemos denominar nuevas tendencias. Uno de los elementos
claves, en el que todos los componentes de la escuela en todas sus fases coinciden, es que las
investigaciones, los trabajos etnográficos que se lleven a cabo deben ser
significativos para la población estudiada. Ahora bien, este enfoque no es
exclusivo de la escuela, es anterior en el tiempo y la gran mayoría de los
defensores del planteamiento “emic” de investigación, Boas, Lowie o Nadel
(Harris; 1993) como los más representativos, no pertenecen a la escuela. El lenguaje
común de los estudios e investigaciones que utilizaba, en las décadas iniciales
del siglo, una mezcla de términos socioculturales y psicológicos fue dando paso
a una elección consciente a favor del lenguaje psicológico.
Podemos, en
alguna medida, describir los planteamientos de la escuela, como formas psicológicas
de funcionalismo que intentan relacionar las creencias y las prácticas
culturales con la personalidad en un proceso de interactuación permanente. Así,
las experiencias de la infancia influirán profundamente en la formación de un
tipo básico de personalidad adulta de carácter nacional y en la configuración
de las instituciones culturales. Por tanto, buscaban identificar no sólo los rasgos o patrones
culturales más relevantes que definen una cultura sino también ciertos modelos
de personalidad que caracterizaban a dicha cultura. Una personalidad típica era lo que
prevalecía entre la gente de una sociedad dada, debido a la cultura que
compartían, también creían que las diferencias entre las culturas correspondían
a diferencias de tipo de personalidades que se presumía eran típicas o
prevalecientes en esas culturas. Las personalidades típicas han sido
conceptuadas alternativamente como "personalidad configuracional",
"estructuras de caracteres", "personalidad básica o modal"
y "el carácter nacional" .Sin embargo, en esta búsqueda, los miembros
de esta escuela eluden analizar por qué tales modelos nacionales de
personalidad tienen lugar en algunas culturas y en otras no.
Intentando afirmar esa línea de pensamiento se
llevaron a cabo estudios sobre el carácter nacional (Harris,1993) de Estados Unidos, Inglaterra y Francia, que realizó Gorer,
de Japón por Benedict y, de nuevo, Estados Unidos, éste realizado por Mead,
aunque todos han sido cuestionados por el uso de una metodología poco ortodoxa.
Otros dos estudios se hicieron particularmente famosos al intentar relacionar
las formas de crianza de los niños con la personalidad modal de los adultos y
las instituciones culturales. Según Harris (1993; Pág. 384):
“Los dos tuvieron origen en el grupo
centrado en torno a Mead, Benedict y Geoffrey Gorer, y los dos fueron producto
de las presiones de la segunda guerra mundial y de la guerra fría y tuvieron
como objetivo el mejorar el conocimiento que los combatientes tenían de sí
mismos y de sus enemigos”.
El primero
relacionaba los hábitos de limpieza que se les imbuían a los niños japoneses
con su supuesta personalidad compulsiva. Gorer (citado por Harris, 1993; Pág.
384) afirmaba que tales hábitos de limpieza explicaba:
“el contraste entre la general gentileza
y amabilidad de los japoneses y de la vida japonesa, que de siempre ha
encantado a prácticamente todos sus visitantes, y la brutalidad y el sadismo de
los japoneses en la guerra”
Curiosamente,
Benedict en su libro sobre Japón “El
crisantemo y la espada. Patrones de la cultura japonesa” (2007) habla sobre
los hábitos de limpieza pero relacionándolos únicamente con su sentido del
orden y la limpieza.
Otro de los
estudios de Gorer, en este caso realizado junto a Rickman, relacionaba la
costumbre de los grandes rusos de fajar fuertemente a los niños durante nueve
meses con personalidades maniaco-depresivas.
El objetivo
básico de los dos estudios era mostrar que la experiencia de los cinco o seis
primeros años tiene una influencia crucial en la formación de la personalidad y
los tipos modales nacionales.
Fueron dos
alumnas de Boas las que dieron impulso a la escuela de “cultura y personalidad”:
Ruth Benedict con su “Patterns of culture”,
traducida al español como “El hombre y la
cultura” (1944) y Margaret Mead, que también fue alumna de Benedict, con “Coming of age in Samoa”, traducida al
español como “Adolescencia, sexo y cultura en Samoa” (1993).
La
contribución más importante de Benedict fue su argumento para el estudio de
culturas completas, que llamó configuracionalista. Cada cultura, afirmaba, es
moldeada en una forma o modelo único, es decir, se organiza alrededor de una
ethos cultural central y, consecuentemente, es una configuración o totalidad
integrada. Aunque los miembros
individuales en esas culturas pueden diferir en sus personalidades, el sistema
cultural tiende a empujarlos hacia un tipo ideal de personalidad. Aquellos cuya
personalidad es más compatible con el ideal cultural debieran ser los más felices
y los que mejor se ajustan a la sociedad.
Por su parte,
Mead definió la cultura como un comportamiento aprendido, poniendo especial
énfasis en el estudio de las instituciones de la transmisión cultural
intentando un análisis diacrónico.
Podemos pues,
en alguna manera resumir las aportaciones de la escuela al estudio de la
cultura en varios elementos claves:
-Rechazo de
la causalidad y de la evolución.
-Interpretación
psicológica de las culturas.
-Configuración
de personalidades modales.
-Importancia
de la primera socialización.