El papel de quien esto escribe no es otro que la traslación a lenguaje simbólico de la cólera del Pélida que transmite sus quejas, ya no a Apolo, sino más bien a la Atrida y al funesto Nestor que sacrificaron a la hermosa Ifigenia (la cultura) para lograr sus objetivos.
La comprensión de la cultura y sus símbolos nos allana el camino para la comprensión del ser humano y las sociedades en las que convive. Podemos construir la realidad e interpretarla a través de las tramas de significación; solamente así, como explicaba Geertz, puede el ser humano construir y apropiarse de la realidad para transformarla, porque esas tramas de significación, que nosotros mismos construimos, van a dar lugar a la cultura. Una cultura que no puede ser una ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de significaciones.
Ese carácter interpretativo permite dedicar una atención especial a la significación y el sentido que los actores otorgan a su propia cultura, es decir, a la apropiación, circulación, interpretación, comparación y transformación de los elementos simbólicos que componen su cultura.
Al mismo tiempo, las instituciones que intermedian, que actúan positivamente sobre la cultura se convierten a sí mismas en un componente de las tramas de significación. Y los lugares donde se ubican transmiten mensajes simbólicos que permiten interpretar la prevalencia de las políticas que orientan la labor del gobierno al que pertenecen. Y la cultura en Málaga tiene componentes de no-lugar. Y pese a las competencias concurrentes en materia de cultura la visión más consolidada, a través de políticas culturales y por sus equipamientos, es la que desarrolla la Junta de Andalucía.
Perdió la cultura en valor simbólico cuando desapareció la persona del Delegado Provincial que representaba a la Consejería que la gestionaba. Perdió la cultura cuando, en una arriesgada involución, el gobierno andaluz justificó por aquello de la racionalidad y el ahorro, la integración de la gestión de la cultura dentro de la educación, en una cercanía a posturas del siglo XVIII que no tuvo en cuenta la superación del conflicto cultura-naturaleza y la cercanía en la concepción y la gestión de ambos patrimonios.
Y perdió la cultura cuando se ha trasladado su sede desde calle Larios, en el centro histórico y cercana a las instituciones culturales y los equipamientos con los que se imbrica y se relaciona, a la calle Mauricio Moro, rodeada de casas de empeño y comercios de segunda mano, mientras el valor simbólico de su ubicación y de la nueva política, aquella que no valora la cultura sino el poder, es ocupado por el departamento de juego.
No hay comentarios:
Publicar un comentario