En 1944 Pablo Picasso ingresó en el Partido Comunista Francés, permaneciendo en él hasta su muerte, el 8 de abril de 1973 en Notre-Dame-de-Vie (Mougins, Francia). El 3 de noviembre de 1944 “España Popular“ se hacía eco del ingreso de Pablo Picasso en el Partido Comunista Francés, insertando una nota del propio pintor: “Mi ingreso en el Partido Comunista constituye un paso lógico en mi vida y en mi trabajo, paso que da a éstos su significación. Mediante el dibujo y el color he tratado de lograr un conocimiento más profundo del mundo y de los hombres, a fin de que este conocimiento sirva a liberarnos. Siempre he expresado, a mi manera, lo que consideraba más verdadero, más justo y mejor y era por lo tanto más bello, pero durante la opresión y la insurrección advertí que esto no era bastante, que debía luchar no sólo con mis pinceles, sino con todo mi ser. Una “inocencia” peculiar me había impedido antes comprenderlo así. Me he hecho comunista porque nuestro Partido se esfuerza más que cualquier otro por conocer y por edificar al Mundo, convirtiendo a los hombres en pensadores más claros, más libres y más felices. Me he hecho comunista porque los comunistas son los más bravos en Francia, en la Unión Soviética y en mi propia patria España. Jamás me he sentido más libre ni más completo que desde que ingresé. Mientras espero el momento en que España pueda acogerme de nuevo, el Partido Comunista Francés será para mí una patria. En él me he reunido de nuevo con todos mis amigos -los grandes científicos Paul Langevin y Frederick Joliot-Curie, los grandes escritores Louis Aragón y Paul Eluard, y tantos bellos rostros de los insurgentes de París-. De nuevo vuelvo a encontrarme entre mis hermanos.”
La identificación de la modernidad con el progreso y las vanguardias, representadas políticamente por el Partido Comunista y, su propia vanguardia, los bolcheviques, se ajustaban perfectamente a la visión de Pablo Picasso. El comunismo vivido como una fe inquebrantable, mantenida hasta su muerte. La vanguardia de las vanguardias estaba representada por los comunistas, por los hombres de acero y hasta es posible que el propio partido tuviera dentro de sí la absurda paradoja que reflejaba el éxito como una nueva derrota.
Las modificaciones en el paradigma positivista, los principios de falsación, la anarquía metodológica y el principio de indeterminación, fueron socavando la teoría sociológica de Marx, que además sufría de la incorporación del idealismo alemán a través de la dialéctica.
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