Al remontarnos al uso
antiguo de cultura nos topamos con el latín, en el que su significado es
cultivar y se aplicaba a las tierras cultivables. Aquí podemos introducir un
elemento clave: los espacios de la cultura comienzan siendo las agrupaciones
habitadas estables. En opinión de Vallescar (2003, p. 23) ningún pueblo nómada
ha desarrollado un concepto similar al de cultura Y no olvidemos que el trabajo
agrícola era la actividad propia de la población estable, frente a las
actividades de los nómadas:
“[…].finalmente, se puede afirmar que la expresión el
espacio de la cultura, se refiere a las primeras configuraciones de ciudades o
núcleos urbanos. Estos se dieron cuando los grupos humanos comienzan a
asentarse y estabilizarse –el paso del nomadismo al sedentarismo- según su
funcionalidad geográfica y estratégica , estructura topográfica y la idea de
orden –cultura del espacio-, el cultivo de plantas y la cría de ganado, el
desarrollo del comercio y transporte. Con el tiempo algunas de esas ciudades se
convirtieron en Imperios “Ciudades-Estado”. Esto supuso su evolución y creciente complejidad a todos los niveles y
se constituyeron en un verdadero foco creador y transformador de la cultura. El
hombre civilizado será pues desde los inicios el hombre educado en la civitas,
que hace posible la civilización o cultura”
Intentaremos profundizar algo más, todos los discursos están poblados de
metáforas, aunque es evidente que, en la mayoría de los casos, pasan
desapercibidas tanto para quien los dice como para quien los escucha. Es más,
las metáforas, como afirma Lizcano (2005), no solo están presentes en los
discursos, es que les sirven para estructurar su lógica interna y organizar sus
contenidos. Lo importante está en que, a través del análisis de las metáforas,
se pueden penetrar las capas superficiales del discurso para acceder a lo no
dicho en el mismo, es decir, el estudio de las metáforas puede convertirse en
un potente analizador social. De tal análisis podremos obtener una visión de la
génesis, composición, elaboración y articulación interna del concepto de
cultura.
El método que utilizaremos,
y que nos propone Lizcano (2005), es
tanto analítico como hermenéutico, con toda la carga de escuela anticientífica
que esta última opción posee. De tal análisis podremos obtener una visión de la génesis, composición, elaboración y
articulación interna del concepto de cultura.
Todos los conceptos
científicos -y el de cultura lo es-, tienen origen metafórico y en la metáfora
que generará el concepto de cultura se encuentra la conjunción de dos campos,
el de la agricultura y el de la inteligencia. Cada uno de ellos por separado,
parecen constituir campos autónomos, con sus propios conceptos independientes,
que vienen a confluir y entremezclarse en la generación metafórica del concepto
de cultura.
El análisis
“sociometafórico” de los conceptos permite, por un lado, extender su alcance
hasta los conceptos usados por las ciencias o la lógica y por otro, enraizar el
análisis en el sustrato social y político desde el que las metáforas emergen y
se consolidan, que es el que utilizaremos en la primera parte de nuestro
trabajo, mientras abordamos su origen y cuando más adelante estudiemos una
posterior traslación metafórica.
En el campo semántico en el que la cultura se
inscribe, acompañando a cultedad, culteranismo, culterano, cultería, el término
se desplaza desde el trabajo de la tierra –sujeto de la metáfora- hasta el
cultivo de la inteligencia –término de la metáfora-, unificando las figuras de
los campos sin cultivar a la de los hombres rudos y acercando su significado al
de educación.
Pero el sujeto de la metáfora al que nos
referimos, fue a su vez término en un desplazamiento más antiguo en el antiguo
indoeuropeo. Su origen está en la raíz indoeuropea Kwel, que posee dos campos
semánticos. Uno que agrupa los significados que vienen de lejos, dando origen a
las raíces griegas de tele y paleo. Y otro, más rico en derivaciones que agrupa
significados como girar, hacer girar, revolverse, andar por ahí o establecerse
ahí, de donde provienen las raíces griegas de bucólico, calesa, ciclo, ciclón,
collar, degollar, palíndromo, palinodia, polea, polo, talismán como afirman Roberts
y Pastor, en su Diccionario etimológico indoeuropeo de la lengua española.
Otra de las acepciones de
Kwel dio origen a las raíces latinas de colono, colonizar, agrícola, culto (a
los dioses), inquilino y quizás domicilio. A este subgrupo que carece de
similares en griego, pertenece cultura que deriva de
colo.
En latín, colo empezó por
decir ‘andar habitualmente en el campo’, y de ahí pasó a los significados de
‘habitar’ y ‘cultivar’. Como los dioses del lugar también lo habitan y
protegen, colo se extendió al significado de ‘cuidar’ y, recíprocamente,
‘venerar’ (a los dioses protectores). Finalmente, se extendió a ‘cultivar las
virtudes, las artes’ según Meillet y Ernout (2001; p. 133) y la palabra cultura
se incorporó al lenguaje moderno con Cicerón y su cultura animi.
El término que más se
acerca a cultura en griego es “paideia”
(παιδεια). Ésta significa para nosotros
educación, aunque representaba la formación necesaria para convertir a los
individuos en ciudadanos aptos de la polis. Podemos ver que tanto en Grecia
como en Roma, la cultura hace referencia a un crecimiento personal progresivo,
cultivación o humanización.
La primera aparición del
término cultura se produce en la Francia del siglo XIII con el significado de
cultivar la tierra o referencias al culto religioso, como señala Lucien Febvre,
citado en Goberna Falque (1999, p. 27). Este segundo significado cae en desuso
a lo largo del siglo XVI mientras que la traslación metafórica que se produjo
en el término latino, vuelve a suceder en el término francés, comenzando a
extenderse su uso en las postrimerías del siglo XVII. En estos momentos
necesita un complemento de objeto, es preciso hacer referencia al objeto que se
cultiva, estamos por tanto en presencia de una cualidad, en su origen no es
sustantiva.
En español, según
Corominas (Diccionario crítico etimológico. 1954), la palabra cultura está
documentada desde 1515 (es de suponerse que significaba ‘cultivo del campo’,
pero no lo dice).
En la edición de 1780, establece
que cultura significaba:
“Las labores y beneficios que se dan a la tierra para
que fructifique.” “El estudio, meditación y enseñanza con que se perfeccionan
los talentos del hombre.” “La hermosura o elegancia del estilo, lenguaje, etc.”
“ant. Culto, adoración.”
Parece evidente que en
España, en el siglo XVIII, se había realizado la traslación metafórica y asumido
el nuevo concepto de cultura extendido,
como veremos, por la Ilustración.
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