Ha pasado el tiempo, pero las heridas de la última guerra no se han cerrado y las pequeñas y aisladas fortalezas donde se refugian los restos del ejército que, apoyado por los otros guerreros, pudo vencer perdiendo, siguen sin que sus viejas estancias sean ocupadas por los nuevos capitanes.
Los antiguos líderes, heridos en la batalla cuando no retirados tras sustanciales pérdidas, miran con cautela la Corte del Señor, en la lejana capital atrincherada en la vieja Alcazaba mientras que las murallas y los barrios están en poder del enemigo, del mismo modo que en el resto del territorio bravas torres albarranas y pequeños donjon mantienen la batalla. Una batalla que puede cambiar su destino, pues pese a la victoria, el Nombrado por el Norte, ha abandonado a su ejército.
Son tiempos en que la rapidez es fundamental, pero los magos que dirigen las dos fuerzas contendientes elucubran y destilan sus pociones y fijan su interés en nuevos guerreros que han sido poderosos en los apoyos prestados a las cortes, pero no se han enfrentado al enemigo.
Gloria a los viejos capitanes.
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