Otras lecturas diferentes, Steiner (1992) fundamentalmente, me acercaron
a la postmodernidad. El derrumbe de los metarrelatos justificadores, la
conciencia del etnocentrismo de la modernidad, el fracaso de la educación como
barrera que impedía la brutalidad y el caos me han afectado profundamente.
Pero el acercamiento a los movimientos sociales a causa de mi trabajo me
llevó a la constatación de la diversidad sin determinismos, fundamentada en la
infinita capacidad creativa de los seres humanos en los que sigo confiando y
creo que ha llegado el momento de encontrar los caminos del diálogo y la
solidaridad que nos permitan la construcción de los nuevos universales que
presidan la vida del nuevo mundo globalizado.
Coincido con Carrithers (1995, p. 17) en que la pregunta fundamental que
puede plantearse un investigador de lo cultural es. “¿Qué es lo que debe ser considerado cierto para los humanos en
general? Si llegamos a determinar las formas de diversidad existentes,
podríamos comprender que unifica esta diversidad. Así pues, estudiar y
comprender la diversidad puede ayudarnos a formular esos nuevos universales.
Nunca como hoy hemos tenido tan presente la palabra cultura en nuestro
vocabulario diario. Los políticos la convierten en un elemento clave de la
democracia y en instrumento para salir de la crisis. El presidente del Partido
Popular en España[1]
afirma: que la cultura es: “un asunto de Estado que trasciende
cualquier división ideológica y partidista al constituir uno de los elementos
que vertebran la identidad de la Nación española”. El Plan Estratégico para
la Cultura en Andalucía la define como:”un
derecho ciudadano y recurso social y económico”. Hablamos de cultura empresarial,
de cultura política, aseguramos que un centro educativo tiene su “cultura”,
incluso llegamos a afirmar que tal o cual elemento de cualquier juego no están
en la cultura de tal o cual entrenador. Kuper (2001, p. 19) dice que la belleza
de toda esta situación es que nos encontramos ante algo que todo el mundo
entiende y nos propone una cita de Larissa Mac Farquar:
“Tratamos de vender semiótica, pero lo encontramos
algo difícil’, informaba una compañía londinense llamada Semitic Solutions,
‘así que ahora vendemos cultura. Ésta [noción, palabra] la conocen. No tienes
que explicarla’. Y no hay motivo ni llamamiento alguno para no tratar la
cultura como se merece. ‘La cultura lleva la voz cantante por lo que se refiere
a motivar la conducta del consumidor’, proclama un folleto de la empresa, ‘más
persuasiva que la razón más de masas que la psicología”.
Pero, al mismo tiempo, la cultura bien podría estar, siguiendo a Kuhn (1989, p.21), en una “crisis del paradigma”,
desconfianza de las reglas de solución normales y proliferación de teorías
especulativas, porque existen distintas teorías de la cultura en la
postmodernidad que reflejan claramente ese nivel especulativo.
Ahora
bien, ¿Cuándo hablamos de cultura, multiculturalidad, multiculturalismo,
interculturalidad…….estamos todos hablando de lo mismo? La cultura y sus epígonos
son conceptos clave de discusión en muy diversos ámbitos en la actualidad. Existen
conceptos que encierran dentro de sí un proceso continuo de transformación con
diferentes velocidades e intensidades y
su significado se mueve en búsqueda de nuevas significaciones
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