4/09/2012

Cultura: el inicio del cambio, la ruptura de las certidumbres


En 1929, Lucien Febvre (citado en Kuper; 2001, p.41-47) organizó un seminario de fin de semana, cuya temática general se centró en la civilización “Civilisation: le mot et l’idée”. Su exposición recogió, a modo de introducción, el debate sostenido en la Sorbona sobre la “civilización” de las tribus sudamericanas, a las que, no mucho tiempo atrás, la Ilustración habría calificado de salvajes.
“’Pero ya hace largo tiempo que está vigente el concepto de una civilización de gentes no civilizadas’ (añadió el punzante comentario de que se podía imaginar a un arqueólogo ‘hablando serena y fríamente de la civilización de los hunos, que antes habían sido denominados ‘el mayal de la civilización’.”
Como ya hemos mencionado el concepto arqueológico de cultura y civilización, comienza a hacerse visible en el discurso general de la Academia. Tras los primeros pasos, la definición y sistematización del concepto de cultura y civilización en arqueología, fue llevada a cabo por Gustaf Kossina (citado en Trigger; 1992, p. 157), en su obra “Die Herkunft der Germanen” (El origen de los Alemanes), en un entorno ya caracterizado por el nacionalismo y por las teorías racistas.
El concepto de civilización había ido conformando dos corrientes interpretativas distintas, por una parte, la palabra definía la propia civilización francesa, hija de la Ilustración y considerada referente para el resto de los pueblos, mientras que, por la otra parte, se hacía referencia a un uso etnográfico que había iniciado su recorrido en las postrimerías del siglo XVIII. Este concepto no suponía ningún juicio de valor, sino que se conformaba como una referencia técnica al conjunto de características intelectuales, morales, económicas, religiosas y políticas de la vida social de una comunidad.
Febvre fija la aparición del término “civilisation” en 1766, extendiéndose su uso durante la década de 1770, para incorporarse al diccionario de la Academia Francesa en 1798.
En la línea de evolución cultural unilineal desarrollada por el pensamiento ilustrado, se utilizan los vocablos “salvaje” y “bárbaro”, para mostrar una progresión entre pueblos que carecían de las cualidades de la civilización: civismo y cortesía, junto a lo que definían como “sabiduría administrativa”. La noción de bárbaro aparece en la antigua Grecia, con el objetivo de designar los hablantes de una lengua no griega, para pasar posteriormente a referirse a los pueblos no griegos, ya tras las guerras médicas adquirió el significado de cruel, en cuanto a salvaje, también fue definido en la antigua Grecia, relacionándolo con una variedad de seres humanos o semihumanos que contribuyeron a configurar el contorno de la razón griega (Bartra, 1992, p. 16).
Con base en esta línea evolutiva de progreso, se comienza a construir una “Historia Universal” con sucesivas etapas de desarrollo, desde el salvajismo a la barbarie y de esta a la civilización, muy cercano a las teorías de Lamarck (citado en Leclerc Buffon (Comte de) & Roig, 1854, p. 15) sobre las relaciones entre las especies:
“Diverso rumbo emprende Lamarck. No camina como Linneo y Cuvier, de lo compuesto a lo simple, sino que en su ‘Introducción a la historia de los animales sin vértebras’, procede de los simple a lo compuesto.”
Sin embargo, este camino, pronto se ve cuestionado, comenzándose a admitir que, en diferentes lugares del globo, se habían desarrollado diferentes maneras de ser civilizado. Este cambio se produjo de forma simultánea en distintas disciplinas: biología, lingüística, historia o etnografía, marcando el abandono del evolucionismo unilineal, por un cierto relativismo cultural, reflejando un giro de la actitud intelectual. El optimismo generalizado, la fe en progreso había ido desvaneciéndose.
Una línea diferente se había desarrollado en Alemania destacando el contenido espiritual de la “kultur”, una tribu salvaje podía tener una civilización, en el sentido de orden político, sin un nivel elevado de cultura espiritual.

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