Australia se comprometió con el multiculturalismo en el inicio de la década de los años setenta del siglo XX En las primeras décadas del siglo XX se desarrolló la “White Australia Policy”, nombre que se le dio a la política basada en la exclusión de inmigrantes no blancos estipulada en el “Acta de Restricciones de Inmigración” de 1901. El resultado más obvio de tal actitud fue que la población no blanca, sin contar a los aborígenes, era tan solamente un 0,25% del censo en 1947 (Australian Bureau of Statics). Tras la Segunda Guerra Mundial se abre la inmigración y el slogan “populate o perish” se transformó en el foco de un discurso que defendía la necesidad de atraer al país la población suficiente para su eficiencia económica. Estructurada inicialmente a través de políticas asimilacionistas y pese a las reticencias del gobierno por la posible etnicización de la sociedad, la existencia de comunidades étnicas era un hecho en la década de los años sesenta del pasado siglo. Así pues, la necesidad de gestionar la diversidad manteniendo la cohesión social, impulsó al gobierno laborista de Gough Whitlam en 1973 a promulgar políticas multiculturales de “acción afirmativa” y reconocimiento de los derechos de los aborígenes que tuvieron su mayor desarrollo legislativo a lo largo de las décadas de los ochenta y noventa, tanto con gobiernos laboristas como los de Hawkes o Keating, como con la coalición liderada por Malcolm Fraser, aunque todas estas iniciativas están recogidas dentro de una cobertura ideológica liberal. Kymlicka (2009, p. 82) afirma:
De las nueve democracias occidentales que contaban con pueblos indígenas, concluimos que cuatro podían ser clasificadas como profundamente multiculturales (Canadá, Dinamarca, Nueva Zelanda y Estados Unidos), tres eran moderadamente multiculturales (Australia, Finlandia y Noruega), y únicamente dos se habían mantenido más o menos igual (Suecia y Japón).
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