La escisión del P.S.O.E. Los orígenes del Partido Comunista de España.
Tras la revolución soviética de 1917, que tuvo lugar en el entorno de la Gran Guerra, y al final de la misma se convocó[1] en Moscú, a finales de enero de 1919, el Congreso Fundacional de la III Internacional, entre el 2 y el 5 de marzo de 1919, donde se conminó a los socialistas españoles a adoptar una decisión sobre su adhesión a la misma.
La cuestión de la III Internacional
Esta cuestión se convertiría desde ese momento en el centro del debate político del socialismo español. El Congreso del P.S.O.E., celebrado en diciembre de 1919 con carácter extraordinario, no adoptó ninguna decisión firme al respecto. La resolución[2], condicionaba la adhesión a la Internacional Comunista al albur de los futuros acuerdos adoptados en Ginebra por el Congreso de la Segunda Internacional, manteniendo mientras su adhesión a esta última. Esta solución perdió eficacia rápidamente, debido por una parte al aplazamiento de la reunión de Ginebra, de enero a julio de 1920, que dejó a la corriente de los partidarios de la Segunda Internacional en una situación poco airosa, y, por otra, a que la Federación de Juventudes Socialistas, en su quinto Congreso, celebrado posteriormente al del partido, decidió su ingreso en la Tercera Internacional.
Coinciden estos acontecimientos con la llegada a España de un miembro del P.C.U.S., y del comité ejecutivo de la Tercera Internacional, Borodín, quien junto al norteamericano Frank Seaman “Ramírez”, trabajaron para acelerar el proceso iniciado por los “Terceristas” quienes, en enero de 1920, hicieron público un manifiesto donde expresaban su intención de promover una campaña para la adhesión del Partido Socialista a la Tercera Internacional.
La influencia de Frank Seaman sobre el Comité Nacional de la Federación de Juventudes Socialistas hizo que éste, sin esperar la decisión del Partido y sin convocar siquiera un Congreso de la propia Federación de Juventudes, decidiera su conversión en Partido Comunista Español, reuniendo, el 15 de abril a todas las secciones constituidas en España, a fin de que se pronunciaran a favor de la decisión del Comité Nacional. Sólo un millar de militantes secundó el pronunciamiento[3], pese a lo cual se constituyó el Partido Comunista, con el apoyo fundamental de las Juventudes madrileñas.
La convocatoria del segundo Congreso de la Internacional Comunista en julio, coincidiendo con el de la Segunda Internacional, impulsó al Comité Nacional del P.S.O.E., presionado por los terceristas, a convocar un segundo Congreso extraordinario para examinar la cuestión de la afiliación internacional del P.S.O.E.
El Congreso, iniciado el 19 de junio, representó un triunfo tercerista, decidiéndose la incorporación inmediata en la Tercera Internacional, si bien, la resolución[4] sólo sería efectiva, tras el viaje a Moscú de Anguiano y De Los Ríos, que debían presentar al Comité Ejecutivo de la Tercera Internacional los acuerdos del Congreso, rindiendo posteriormente, cuenta ante el partido de su gestión.
Pero los acuerdos del segundo Congreso de la Internacional Comunista, especialmente las condiciones de ingreso (los famosos veintiún puntos), hicieron que las resoluciones del segundo Congreso extraordinario del P.S.O.E. fracasaran, pues el Comité Ejecutivo de la Tercera Internacional rechazó las condiciones del P.S.O.E. que le fueron presentadas por Anguiano y Fernando de los Ríos en su viaje a Moscú[5]. Éstos, a su vuelta a Madrid, el 29 de diciembre de 1920, informaron a la ejecutiva, rindiendo posteriormente cuentas ante el Comité Nacional, el día 15 de enero de 1921.
Anguiano pese a alguna duda sobre la evolución política rusa[6], apoyó la ratificación de la adhesión a la Internacional Comunista; Fernando de los Ríos, por el contrario, después de manifestar las mismas dudas que Anguiano respecto a la situación rusa, señaló que había sido el Comité Ejecutivo de la Tercera Internacional el que había rechazado las condiciones establecidas por el P.S.O.E. para su adhesión, por lo que se oponía a la misma. Dado que ninguno de los informes fue aprobado[7], la única salida era la convocatoria de un nuevo Congreso extraordinario, el tercero, para que en él se analizaran los informes de Anguiano y De los Ríos y se decidiera finalmente sobre la controvertida adhesión.
[1] Termes, Josep y Alquézar Ramón: “ 2 –1909-1931” en Tuñón de Lara “Historia del Socialismo Español”. Pág. 132.
La convocatoria se unía a una apelación a la lucha interna en el seno del movimiento socialista contra los “Socialpatriotas” y los “centristas”, e incluía una llamada específica a los “elementos revolucionarios del Partido Socialista Español”, pese a lo cual, “Nuestra Palabra”, el órgano del ala izquierda del P.S.O.E., no la publicó.
Estos elementos revolucionarios, que pasarían a denominarse “Terceristas” o “moscuteros”, no constituían una estructura vertebrada, eran más bien un grupo heterogéneo que tomó como bandera la resuelta defensa de la Revolución soviética, alrededor de la cual fueron organizándose, hasta llegar a tomar la iniciativa en el partido.
Entre los elementos que podrían formar parte de este grupo podemos incluir los elementos más izquierdistas de la Federación de Juventudes Socialistas o el Grupo de Estudiantes Socialistas de Madrid, o las gentes que se encuadraban en el entorno de la “Escuela Nueva” o el mencionado semanario “Nuestra Palabra”.
Para conocer más sobre la “Escuela Nueva”, ver Abellán José Luis “La crisis contemporánea-1” en Abellán, José Luis “Historia Crítica del Pensamiento Español”, o Tuñón de Lara, Manuel “Medio Siglo de Cultura Española 1885-1936”.
[2] “Congreso Extraordinario del P.S.O.E. (Nacimiento del Partido Comunista Español)”.
El Congreso se inició con una propuesta ratificando la satisfacción del partido por el triunfo de la revolución rusa. Posteriormente Julián Besteiro presentó un documento que reflejaba la opinión mayoritaria de la comisión ejecutiva. Comenzaba afirmando la importancia que se concedía a la Revolución Rusa, y que pese a “las deficiencias del gobierno de los soviets, el Partido Socialista español no puede hacer otra cosa sino aprobar la conducta de las organizaciones proletarias que desde la Revolución de octubre vienen ocupando el poder en Rusia”, aceptando incluso que la dictadura del proletariado era condición indispensable para el triunfo del socialismo.
Pero luego se comienzan a marcar diferencias: la dictadura del proletariado adoptará diferentes formas en cada país. El camino de la revolución será distinto, por lo que no procede la repetición servil de los procedimientos ya empleados. Esa aceptación de la existencia de múltiples vías de acceso al poder según las características de cada nación servía de fundamento a la propuesta final : “ la comisión ejecutiva propone al congreso que, lejos de contribuir a debilitar los organismos internacionales existentes, procure nuestro partido fortalecerlos e influirlos en el sentido anteriormente indicado, y por lo tanto que acuerde mantener su adhesión a la Segunda Internacional, que constituye la organización socialista más poderosa hoy existente, cuyas decisiones, si su potencialidad no es imprudentemente debilitada, pueden ejercer una influencia eficaz sobre el desarrollo de los acontecimientos mundiales en este momento crítico de la historia”.
La adhesión incondicional fue planteada por Anguiano, mientras que tres importantes “Terceristas”, pertenecientes a la Agrupación madrileña, defendieron la adhesión aunque condicionada, con expresa aceptación de la legitimidad de la lucha parlamentaria, lo que en absoluto suponía que la Revolución llegara de las urnas.
La posibilidad de ruptura, algo a lo que no estaba dispuesta ninguna de las corrientes existentes en el seno del Partido Socialista, obligó a una resolución de compromiso, materializada en la moción de Fabra Rivas y Pérez Solís, que mantenía dentro de la Segunda Internacional al Partido.
Se debía asistir, por tanto, al Congreso de Ginebra, con el mandato de solicitar sanciones para quien no hubiera ajustado su conducta a los principios socialistas.
Esta moción se completó con la enmienda de Isidoro Acevedo, que propugnaba la defensa, en el Congreso de Ginebra, de la fusión de las dos Internacionales, con la condición de que si esto no fuera posible el Partido Socialista abandonaría la Segunda Internacional integrándose en la Comunista.
[3] Termes, Josep y Alquézar Ramón: “ 2 –1909-1931” en Tuñón de Lara “Historia del Socialismo Español”.
Incluso militantes decididamente partidarios de la adhesión a la Internacional Comunista como el propio secretario general de las Juventudes, José López rechazaron el pronunciamiento.
[4] “Congreso Extraordinario del P.S.O.E. (Nacimiento del Partido Comunista Español)”.Madrid. 1974
El Congreso desestimó rápidamente la propuesta de mantenerse dentro de la Segunda Internacional, que fue apoyada por Indalecio Prieto y por Pérez Solís como personalidades más relevantes.
Así pues, parecía decidida la adhesión a la Tercera Internacional, para lo cual se presentaron dos mociones. La primera, que proponía la adhesión incondicional, fue defendida de nuevo por Anguiano y secundada por García Cortés; la que defendió Acevedo y secundó Fernando de los Ríos, establecía tres condiciones: 1) autonomía del P.S.O.E. en la táctica a desarrollar en España; 2) derecho del P.S.O.E. a revisar en sus propios Congresos la doctrina de la Tercera Internacional y los acuerdos de los Congresos de ésta, y 3) defensa, dentro de la Tercera Internacional, de la unificación de todas las fuerzas socialistas, y, consecuentemente, reserva del derecho a asistir a todas las reuniones internacionales que se realicen con ese motivo.
La propuesta final integró ambas mociones en una sola que fue la que se adoptó. No obstante, el resultado final seguía manteniéndose a la espera de la decisión final de una institución ajena al partido.
[5] Abellán, José Luis “La Crisis Contemporánea III (1875-1939)” en Abellán “Historia Crítica del Pensamiento Español” Pág. 172.
En el viaje que tuvo una larga duración, desde octubre hasta diciembre, además de recibir, de manos del Comité Ejecutivo de la Tercera Internacional, el texto de las condiciones de ingreso, se entrevistaron personalmente con Lenin, que respondió a diversas preguntas de los socialistas españoles aclarando la necesidad de centralización de la Internacional Comunista y el absoluto respeto a la doctrina y disciplina que de ella emanara.
[6] . Congreso Extraordinario del P.S.O.E..1921 (Nacimiento del Partido Comunista Obrero Español), Madrid 1974. Pág. 21.
Anguiano opinaba que la dictadura del proletariado se iba transformando en la dictadura del partido. Opinión que puede estar basada en la respuesta de Lenin a una de las preguntas que se le formularon en el viaje a Moscú. Concretamente a la pregunta: ¿Cómo y cuando cree usted que podrá pasarse del actual período, llamado de dictadura del proletariado y período de transición, a un régimen de plena libertad para sindicatos, prensa e individuos? Lenin respondió: “Nosotros nunca hemos hablado de libertad, sino de dictadura del proletariado; la ejercemos desde el poder en pro del proletariado, y como en Rusia la clase obrera propiamente dicha, estos es, la clase obrera industrial es una minoría, la dictadura es ejercida por esa minoría, y durará mientras no se sometan los demás elementos sociales a las condiciones económicas que el comunismo impone. [...]. El período de transición, de la dictadura, será entre nosotros muy largo; tal vez cuarenta o cincuenta años; otros pueblos, como Alemania e Inglaterra, podrán, a causa de su mayor significación industrial, hacer más breve este período; pero esos pueblos, en cambio, tienen otros problemas que no existen aquí; en algunos de esos pueblos se ha formado una clase obrera a base de la dependencia de la vida colonial...Sí, sí, el problema para nosotros no es de libertad, pues respecto a ésta siempre preguntamos: ¿Libertad, para qué?.
[7] Termes, Josep y Alquézar Ramón: “ 2 –1909-1931” en Tuñón de Lara “Historia del Socialismo Español”. Pág. 132.
Tampoco se aprobó la carta enviada por el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista criticando su “falta de decisión” en aceptar el ingreso sin condiciones en la Tercera Internacional, calificándola como signo de la incomprensión de los socialistas españoles respecto a la “revolución mundial”; además el documento contenía críticas directas contra los representantes del reformismo en España: Besteiro o Largo Caballero.