7/22/2011

Origen del P.C.E

La escisión del P.S.O.E. Los orígenes del Partido Comunista de España.


Tras la revolución soviética de 1917, que tuvo lugar en el entorno de la Gran Guerra, y al final de la misma se convocó[1] en Moscú, a finales de enero de 1919, el Congreso Fundacional de la III Internacional, entre el 2 y el 5 de marzo de 1919, donde se conminó a los socialistas españoles a adoptar una decisión sobre su adhesión a la misma.

La cuestión de la III Internacional


Esta cuestión se convertiría desde ese momento en el centro del debate político del socialismo español. El Congreso del P.S.O.E., celebrado en diciembre de 1919 con carácter extraordinario, no adoptó ninguna decisión firme al respecto. La resolución[2], condicionaba la adhesión a la Internacional Comunista al albur de los futuros acuerdos adoptados en Ginebra por el Congreso de la Segunda Internacional, manteniendo mientras su adhesión a esta última. Esta solución perdió eficacia rápidamente, debido por una parte al aplazamiento de la reunión de Ginebra, de enero a julio de 1920, que dejó a la corriente de los partidarios de la Segunda Internacional en una situación poco airosa, y, por otra, a que la Federación de Juventudes Socialistas, en su quinto Congreso, celebrado posteriormente al del partido, decidió su ingreso en la Tercera Internacional.
Coinciden estos acontecimientos con la llegada a España de un miembro del P.C.U.S., y del comité ejecutivo de la Tercera Internacional, Borodín, quien junto al norteamericano  Frank Seaman “Ramírez”, trabajaron para acelerar el proceso iniciado por los “Terceristas” quienes, en enero de 1920, hicieron público un manifiesto donde expresaban su intención de promover una campaña para la adhesión del Partido Socialista a la Tercera Internacional.
La influencia de Frank Seaman sobre el Comité Nacional de la Federación de Juventudes Socialistas hizo que éste, sin esperar la decisión del Partido y sin convocar siquiera un Congreso de la propia Federación de Juventudes, decidiera su conversión en Partido Comunista Español, reuniendo, el 15 de abril a todas las secciones constituidas en España, a fin de que se pronunciaran a favor de la decisión del Comité Nacional. Sólo un millar de militantes secundó el pronunciamiento[3], pese a lo cual se constituyó el Partido Comunista, con el apoyo fundamental de las Juventudes madrileñas.
La convocatoria del segundo Congreso de la Internacional Comunista en julio, coincidiendo con el de la Segunda Internacional, impulsó al Comité Nacional del P.S.O.E., presionado por los terceristas, a convocar un segundo Congreso extraordinario para examinar la cuestión de la afiliación internacional del P.S.O.E.
El Congreso, iniciado el 19 de junio, representó un triunfo tercerista, decidiéndose la incorporación inmediata en la Tercera Internacional, si bien, la resolución[4] sólo sería efectiva, tras el viaje a Moscú de Anguiano y De Los Ríos, que debían presentar al Comité Ejecutivo de la Tercera Internacional los acuerdos del Congreso, rindiendo posteriormente, cuenta ante el partido de su gestión.
Pero los acuerdos del segundo Congreso de la Internacional Comunista, especialmente las condiciones de ingreso (los famosos veintiún puntos), hicieron que las resoluciones del segundo Congreso extraordinario del P.S.O.E. fracasaran, pues el Comité Ejecutivo de la Tercera Internacional rechazó las condiciones del P.S.O.E. que le fueron presentadas por Anguiano y Fernando de los Ríos en su viaje a Moscú[5]. Éstos, a su vuelta a Madrid, el 29 de diciembre de 1920, informaron a la ejecutiva, rindiendo posteriormente cuentas ante el Comité Nacional, el día 15 de enero de 1921.
Anguiano pese a alguna duda sobre la evolución política rusa[6], apoyó la ratificación de la adhesión a la Internacional Comunista; Fernando de los Ríos, por el contrario, después de manifestar las mismas dudas que Anguiano respecto a la situación rusa, señaló que había sido el Comité Ejecutivo de la Tercera Internacional el que había rechazado las condiciones establecidas por el P.S.O.E. para su adhesión, por lo que se oponía a la misma. Dado que ninguno de los informes fue aprobado[7], la única salida era la convocatoria de un nuevo Congreso extraordinario, el tercero, para que en él se analizaran los informes de Anguiano y De los Ríos y se decidiera finalmente sobre la controvertida adhesión.


[1] Termes, Josep y Alquézar Ramón: “ 2 –1909-1931” en Tuñón de Lara “Historia del Socialismo Español”. Pág. 132.
La convocatoria se unía a una apelación a la lucha interna en el seno del movimiento socialista contra los “Socialpatriotas” y los “centristas”, e incluía una llamada específica a los “elementos revolucionarios del Partido Socialista Español”, pese a lo cual, “Nuestra Palabra”, el órgano del ala izquierda del P.S.O.E., no la publicó.
Estos elementos revolucionarios, que pasarían a denominarse “Terceristas” o “moscuteros”, no constituían una estructura vertebrada, eran más bien un grupo heterogéneo que tomó como bandera la resuelta defensa de la Revolución soviética, alrededor de la cual fueron organizándose, hasta llegar a tomar la iniciativa en el partido.
Entre los elementos que podrían formar parte de este grupo podemos incluir los elementos más izquierdistas de la Federación de Juventudes Socialistas o el Grupo de Estudiantes Socialistas de Madrid, o las gentes que se encuadraban en el entorno de la “Escuela Nueva” o el mencionado semanario “Nuestra Palabra”.
Para conocer más sobre la “Escuela Nueva”, ver Abellán José Luis “La crisis contemporánea-1” en Abellán, José Luis “Historia Crítica del Pensamiento Español”, o Tuñón de Lara, Manuel “Medio Siglo de Cultura Española 1885-1936”.

[2]Congreso Extraordinario del P.S.O.E. (Nacimiento del Partido Comunista Español)”.
El Congreso se inició con una propuesta ratificando la satisfacción del partido por el triunfo de la revolución rusa. Posteriormente Julián Besteiro presentó un documento que reflejaba la opinión mayoritaria de la comisión ejecutiva. Comenzaba afirmando la importancia que se concedía a la Revolución Rusa, y que pese a “las deficiencias del gobierno de los soviets, el Partido Socialista español no puede hacer otra cosa sino aprobar la conducta de las organizaciones proletarias que desde la Revolución de octubre vienen ocupando el poder en Rusia”, aceptando incluso que la dictadura del proletariado era condición indispensable para el triunfo del socialismo.
Pero luego se comienzan a marcar diferencias: la dictadura del proletariado adoptará diferentes formas en cada país. El camino de la revolución será distinto, por lo que no procede la repetición servil de los procedimientos ya empleados. Esa aceptación de la existencia de múltiples vías de acceso al poder según las características de cada nación servía de fundamento a la propuesta final : “ la comisión ejecutiva propone al congreso que, lejos de contribuir a debilitar los organismos internacionales existentes, procure nuestro partido fortalecerlos e influirlos en el sentido anteriormente indicado, y por lo tanto que acuerde  mantener su adhesión a la Segunda Internacional, que constituye la organización socialista más poderosa hoy existente, cuyas decisiones, si su potencialidad no es imprudentemente debilitada, pueden ejercer una influencia eficaz sobre el desarrollo de los acontecimientos mundiales en este momento crítico de la historia”.
La adhesión incondicional fue planteada por Anguiano, mientras que tres importantes “Terceristas”, pertenecientes a la Agrupación madrileña, defendieron la adhesión aunque condicionada, con expresa aceptación de la legitimidad de la lucha parlamentaria, lo que en absoluto suponía que la Revolución llegara de las urnas.
La posibilidad de ruptura, algo a lo que no estaba dispuesta ninguna de las corrientes existentes en el seno del Partido Socialista, obligó a una resolución de compromiso, materializada en la moción de Fabra Rivas y Pérez Solís, que mantenía dentro de la Segunda Internacional al Partido.
Se debía asistir, por tanto, al Congreso de Ginebra, con el mandato de solicitar sanciones para quien no hubiera ajustado su conducta a los principios socialistas.
Esta moción se completó con la enmienda de Isidoro Acevedo, que propugnaba la defensa, en el Congreso de Ginebra, de la fusión de las dos Internacionales, con la condición de que si esto no fuera posible el Partido Socialista abandonaría la Segunda Internacional integrándose en la Comunista.

[3] Termes, Josep y Alquézar Ramón: “ 2 –1909-1931” en Tuñón de Lara “Historia del Socialismo Español”.
Incluso militantes decididamente partidarios de la adhesión a la Internacional Comunista como el propio secretario general de las Juventudes, José López rechazaron el pronunciamiento.

[4]Congreso Extraordinario del P.S.O.E. (Nacimiento del Partido Comunista Español)”.Madrid. 1974
El Congreso desestimó rápidamente la propuesta de mantenerse dentro de la Segunda Internacional, que fue apoyada por Indalecio Prieto y por Pérez Solís como personalidades más relevantes.
Así pues, parecía decidida la adhesión a la Tercera Internacional, para lo cual se presentaron dos mociones. La primera, que proponía la adhesión incondicional, fue defendida de nuevo por Anguiano y secundada por García Cortés; la que defendió Acevedo y secundó Fernando de los Ríos, establecía tres condiciones: 1) autonomía del P.S.O.E. en la táctica a desarrollar en España; 2) derecho del P.S.O.E. a revisar en sus propios Congresos la doctrina de la Tercera Internacional y los acuerdos de los Congresos de ésta, y 3) defensa, dentro de la Tercera Internacional, de la unificación de todas las fuerzas socialistas, y, consecuentemente, reserva del derecho a asistir a todas las reuniones internacionales que se realicen con ese motivo.
La propuesta final integró ambas mociones en una sola que fue la que se adoptó. No obstante, el resultado final seguía manteniéndose a la espera de la decisión final de una institución ajena al partido.

[5] Abellán, José Luis “La Crisis Contemporánea III (1875-1939)” en Abellán “Historia Crítica del Pensamiento Español” Pág. 172.
En el viaje que tuvo una larga duración, desde octubre hasta diciembre, además de recibir, de manos del Comité Ejecutivo de la Tercera Internacional, el texto de las condiciones de ingreso, se entrevistaron personalmente con Lenin, que respondió a diversas preguntas de los socialistas españoles aclarando la necesidad de centralización de la Internacional Comunista y el absoluto respeto a la doctrina y disciplina que de ella emanara.

[6] . Congreso Extraordinario del P.S.O.E..1921 (Nacimiento del Partido Comunista Obrero Español), Madrid 1974. Pág. 21.
Anguiano opinaba que la dictadura del proletariado se iba transformando en la dictadura del partido. Opinión que puede estar basada en la respuesta de Lenin a una de las preguntas que se le formularon en el viaje a Moscú. Concretamente a la pregunta: ¿Cómo y cuando cree usted que podrá pasarse del actual período, llamado de dictadura del proletariado y período de transición, a un régimen de plena libertad para sindicatos, prensa e individuos? Lenin respondió: “Nosotros nunca hemos hablado de libertad, sino de dictadura del proletariado; la ejercemos desde el poder en pro del proletariado, y como en Rusia la clase obrera propiamente dicha, estos es, la clase obrera industrial es una minoría, la dictadura es ejercida por esa minoría, y durará mientras no se sometan los demás elementos sociales a las condiciones económicas que el comunismo impone. [...]. El período de transición, de la dictadura, será entre nosotros muy largo; tal vez cuarenta o cincuenta años; otros pueblos, como Alemania e Inglaterra, podrán, a causa de su mayor significación industrial, hacer más breve este período; pero esos pueblos, en cambio, tienen otros problemas que no existen aquí; en algunos de esos pueblos se ha formado una clase obrera a base de la dependencia de la vida colonial...Sí, sí, el problema para nosotros no es de libertad, pues respecto a ésta siempre preguntamos: ¿Libertad, para qué?.

[7] Termes, Josep y Alquézar Ramón: “ 2 –1909-1931” en Tuñón de Lara “Historia del Socialismo Español”. Pág. 132.
Tampoco se aprobó la carta enviada por el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista criticando su “falta de decisión” en aceptar el ingreso sin condiciones en la Tercera Internacional, calificándola como signo de la incomprensión de los socialistas españoles respecto a la “revolución mundial”; además el documento contenía críticas directas contra los representantes del reformismo en España: Besteiro o Largo Caballero.

7/08/2011

Multiculturalismo en Australia

Australia se comprometió con el multiculturalismo en el inicio de la década de los años setenta del siglo XX En las primeras décadas del siglo XX se desarrolló la “White Australia Policy”, nombre que se le dio a la política basada en la exclusión de inmigrantes no blancos estipulada en el “Acta de Restricciones de Inmigración” de 1901. El resultado más obvio de tal actitud fue que la población no blanca, sin contar a los aborígenes, era tan solamente un 0,25% del censo en 1947 (Australian Bureau of Statics). Tras la Segunda Guerra Mundial se abre la inmigración y el slogan “populate o perish” se transformó en el foco de un discurso que defendía la necesidad de atraer al país la población suficiente para su eficiencia económica. Estructurada inicialmente a través de políticas asimilacionistas y pese a las reticencias del gobierno por la posible etnicización de la sociedad, la existencia de comunidades étnicas era un hecho en la década de los años sesenta del pasado siglo. Así pues, la necesidad de gestionar la diversidad manteniendo la cohesión social, impulsó al gobierno laborista de Gough Whitlam en 1973 a promulgar políticas multiculturales de “acción afirmativa” y reconocimiento de los derechos de los aborígenes que tuvieron su mayor desarrollo legislativo a lo largo de las décadas de los ochenta y noventa, tanto con gobiernos laboristas como los de Hawkes o Keating, como con la coalición liderada por Malcolm Fraser, aunque todas estas iniciativas están recogidas dentro de una cobertura ideológica liberal. Kymlicka (2009, p. 82) afirma:
De las nueve democracias occidentales que contaban con pueblos indígenas, concluimos que cuatro podían ser clasificadas como profundamente multiculturales (Canadá, Dinamarca, Nueva Zelanda y Estados Unidos), tres eran moderadamente multiculturales (Australia, Finlandia y Noruega), y únicamente dos se habían mantenido más o menos igual (Suecia y Japón).



7/04/2011

América y el "Melting pot"

El primer poblamiento no indígena de Estados Unidos se realizó por castellanos, con carácter universalista, plurirracial y, en cierto sentido multicultural. La llegada de pobladores ingleses, cambió rotundamente la perspectiva, pasando a convertir su ocupación en excluyente y diferenciadora y denotando una clara marginación, primero hacia el indígena y después hacia la población negra esclavizada en los estados del sur. Así pues, la sociedad norteamericana fue estableciendo un prototipo del carácter nacional que denominamos WASP, acrónimo de “White Anglo-Saxon Protestant” y que ocupa del tal forma el imaginario popular estadounidense, que muchos ciudadanos que no lo son, ni por origen ni por religión aspiran ser considerados como tales por serlo de Estados Unidos (Real academia de la Historia, volumen 109, p. 35):
“Durante dos siglos y en lo esencial hasta hoy, el WASP ha representado el modelo al que todos los inmigrantes habían de ajustarse y el molde en el que todos serían asimilados”
Durante los siglos XIX y XX se incrementó exponencialmente el flujo de inmigrantes que las políticas de asimilación, ayudadas por la expansión de la educación pública y gratuita, fueron incorporando a un país que tiene como lema en su Gran Sello, con el que se certifican los documentos públicos, “E pluribus unum” o “de muchos uno”. Una muestra de la consolidación y el éxito de tal política lo representa la obra teatral de Israel Zangwill “The melting-pot”, con una significativa frase final:
“qué gloria es la de Roma y Jerusalén, a donde acuden todas las naciones y razas a adorar y mirar atrás, comparada con la gloria de América, donde todas las naciones y razas vienen a trabajar y mirar adelante.”
La sociedad norteamericana, desde sus centros de poder, difundió una imagen de si misma, como una nación de inmigrantes, cuya cultura, universal, se configuraba en un crisol de razas. Ese crisol de razas se mantuvo inalterado, pese a la avalancha de inmigrantes provenientes de todo el mundo, hasta que la grave crisis económica de 1929 y el fuerte crecimiento vegetativo de la población convirtió en conflictiva la inmigración a Estados Unidos. Las leyes limitativas de la inmigración de 1924 y 1929, redujeron drásticamente el flujo migratorio estableciendo un sistema de cuotas nacionales que, además, intento mantener estable la composición étnica del país. Esta nueva situación se mantuvo estable hasta la promulgación de la “Inmigration and Nationality Act” de 1952, que eliminó el sistema de cuotas nacionales aunque manteniendo en niveles reducidos la llegada de inmigrantes. El verdadero criterio que reguló la inmigración fue el interés nacional con un riguroso control de la captación de personas a las que se les permitía la llegada al país, tales extremos se plasmaron legislativamente hacia finales de la última década del siglo pasado. El papel primordial de la inmigración consistiría en atraer “needed skills” de cualquier parte del mundo. Esta nueva actitud se alejó del ideal WASP ya que declaraba aptas para residir y adquirir la ciudadanía a personas de cualquier raza o procedencia, primándose la reunión familiar. Pese a la variedad étnica, Estados Unidos no inicia sus políticas multiculturales hasta la segunda mitad del siglo XX. Se ha querido ver su origen, como doctrina que respalda la concesión de derechos diferenciados a las minorías culturales, en los textos de Kallen (Cespedes del Castillo, 2005) sobre “pluralismo cultural” y la riqueza que suponía para la sociedad estadounidense la diversidad étnica, pese a que su visión es siempre compatible con la unidad básica representado por el “melting-pot”. Ahora bien, ese “melting-pot” funcionó fundamentalmente entre los grupos afines, mientras que en los estados sureños la segregación racial y la Ley Jim Craw se mantuvieron hasta bien entrados los años sesenta. En ese momento, los líderes de las comunidades negras comenzaron a alejarse del ideal que postulaba la posibilidad de convertirse en ciudadanos americanos de raza negra, coincidiendo con las movilizaciones en pro de los derechos civiles que habían conseguido prácticamente desmantelar la legislación racial.
Pero las políticas multiculturales de Estados Unidos no se gestionan desde el Gobierno Federal, sino desde los Gobernos de los Estados y de las ciudades que, en su conjunto, ejecutan una amplia muestra de políticas multiculturales (Kymlicka; 2009).