Resulta extremadamente complejo identificarse con la totalidad de una ideología de transformación total de la sociedad, como la que sostienen las organizaciones políticas que se definen como partidos. La transformación de las estructutras sociales y económicas que se produjo en las últimas décadas del siglo generaron unas dinámicas que ya no son reductibles a “una metafísica del actor” . Esos cambios sociales confirieron una nueva dimensión a los movimientos sociales que abandonan el conflicto de clase. La cultura y su dimensión simbólica, cobran mayor importancia y comienzan a aunar las reivindicaciones de los nuevos movimientos sociales.
La especialización, una composición heterogénea y multiclasista y la "life politics", configuran sus señas de identidad. Al mismo tiempo, su estructura deja de ser jerárquica y se hace horizontal, dotando de gran protagonismo a las relaciones de red.
Pero los partidos políticos siguen ocupando el espacio y manteniendo un proyecto que abarca todos los espacios de la vida, generando una cultura propia que construye identidad y se recicla a medida que cambian las circunstancias, refuncionalizando esa cultura como recurso y acercándose a la actitud de los nuevos movimientos sociales sin compartir sus características y su visión de la "acción como mensaje", sino desgajando el mensaje de la acción, que puede ser contradictoria y contribuye a la permanente crisis de lo político.
Hoy es más necesario que nunca repolitizar los espacios públicos, pero desde la acción ciudadana y la participación, desde la estrcuturas flexibles de la sociedad, intentar como decía Foucault "coger al poder en sus extremidades, allí donde se vuelve capilar" para evitar objetivizarlo en instituciones cuasi-personalizadas.
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