En
virtud de las diferentes políticas cohesionadoras de la sociedad podemos
encontrar diferentes tipos de estrategias:
i)
La estrategia asimilacionista. La búsqueda de una
cultura hegemónica, genera monoculturalismo. Implica para el resto de las
culturas presentes en el territorio y que no tienen carácter hegemónico la
pérdida progresiva de su identidad, llegando a convertir a sus miembros en
alguien diferente a sus orígenes. Suele permitir adquirir entonces derechos de
ciudadanía. Presente diversas variantes:
(1)
La estrategia de la integración, la más benigna de las
variantes, busca indirectamente la supresión de rasgos culturales
diferenciales, mediante la extensión generalizada a todos los habitantes de los
mismos derechos civiles y políticos que los que posee la mayoría hegemónica. El
resultado llega a ser una eliminación paulatina y pacífica de las minorías
culturales.
(2)
La estrategia de la segregación o ghetización, cifrada
en el mantenimiento rígido de los límites y diferencias entre las culturas. Presupone
que sus fronteras son estáticas y que la diferencia cultural es una característica ontológica
jerarquizable de varios grupos humanos. Se realiza mediante una separación
legal y física, donde cada cultura cuenta con su espacio e identidad bien
demarcada dentro un modelo que comporta una versión intolerante y racista.
Las
variantes anteriores sostienen la creencia en la cultura como el principal
criterio de clasificación de los seres humanos y están inspirados en la matriz
historicista así como en la antropología moderna. Han sido retomados por el
liberalismo para garantizar la cohesión social. Presuponen una cultura
hegemónica de carácter superior que puede y debe ser impuesta.
ii)
El multiculturalismo. Éste busca reconducir el
pluralismo cultural, que es valorado positivamente y crear otro tipo de
actuaciones políticas, las que respeten y acepten, conserven la diferencia en
la mayor medida posible, es decir costumbres, lengua, derecho a escuela propia,
a celebrar sus días festivos o a vestir según su cultura. Implica el
tratamiento conjunto sobre la aceptación y el fomento de la diversidad y la
diferencia, en un marco no unificador ni coactivo, mediante medidas políticas y
jurídicas. Por eso representa una reacción contra el asimilacionismo. Su
objetivo es lograr una cohesión y una convivencia positiva en una ciudad
multicultural.
iii)
El interculturalismo o la promoción del diálogo entre
todas las culturas. Parte de una concepción cultural por la que las culturas
son comunidades orgánicas, diferentes entre sí, aunque no son vistas como
comunidades autárquicas. Acredita la posibilidad del aprendizaje mutuo a través
del diálogo entre las culturas. Parte del principio de la dignidad de todas las
culturas y tiende a valorizar las del Tercer Mundo. El encuentro se considera
desde el punto de vista de un “proceso” para el que se requiere no sólo una
buena disposición, sino implementar una herramienta conceptual y un lenguaje.
Es una metodología procesal.
iv)
El transculturalismo. Esta propuesta mantiene como
objetivo la formación de identidades personales ricas y estables que no pueden
ser estructuradas únicamente dentro de los límites de la cultura, sino mediante
una verdadera interacción entre los individuos que componen las diversas
culturas. Promueve una forma de vida por la cual la identidad personal pasa,
necesariamente, por el cruce y el mestizaje cultural apoyado en una política de
sincretismo amplio. En vez de ontologizar las diferencias o conformarlas, se
trata de una interacción permanente entre ellas, pero simultáneamente propugna
la tendencia a su abolición. De esa manera pretende favorecer relaciones
transversales interactuantes y mutuamente transformadoras, constituyendo una
especie de red en que las diferencias se interpretan con vistas a la formación
de síntesis inéditas, diferencias imprevistas y de nuevas síntesis. Este ideal
ha de ser atendido antes que nada al nivel en que se encuentran las conciencias
individuales y mediante una educación que permita formar identidades complejas
o metaculturales nómadas, siempre abiertas, haciéndose y reconstruyéndose, a
través del conocimiento dialógico con el otro y todos los otros que, conforman
el género humano. De manera que sea relativizada permanentemente toda identidad
colectiva.