2/25/2013

El Multiculturalismo y las políticas cohesionadoras


En virtud de las diferentes políticas cohesionadoras de la sociedad podemos encontrar diferentes tipos de estrategias:
i)        La estrategia asimilacionista. La búsqueda de una cultura hegemónica, genera monoculturalismo. Implica para el resto de las culturas presentes en el territorio y que no tienen carácter hegemónico la pérdida progresiva de su identidad, llegando a convertir a sus miembros en alguien diferente a sus orígenes. Suele permitir adquirir entonces derechos de ciudadanía. Presente diversas variantes:
(1)   La estrategia de la integración, la más benigna de las variantes, busca indirectamente la supresión de rasgos culturales diferenciales, mediante la extensión generalizada a todos los habitantes de los mismos derechos civiles y políticos que los que posee la mayoría hegemónica. El resultado llega a ser una eliminación paulatina y pacífica de las minorías culturales.
(2)   La estrategia de la segregación o ghetización, cifrada en el mantenimiento rígido de los límites y diferencias entre las culturas. Presupone que sus fronteras son estáticas y que la diferencia cultural  es una característica ontológica jerarquizable de varios grupos humanos. Se realiza mediante una separación legal y física, donde cada cultura cuenta con su espacio e identidad bien demarcada dentro un modelo que comporta una versión intolerante y racista.

Las variantes anteriores sostienen la creencia en la cultura como el principal criterio de clasificación de los seres humanos y están inspirados en la matriz historicista así como en la antropología moderna. Han sido retomados por el liberalismo para garantizar la cohesión social. Presuponen una cultura hegemónica de carácter superior que puede y debe ser impuesta.
ii)       El multiculturalismo. Éste busca reconducir el pluralismo cultural, que es valorado positivamente y crear otro tipo de actuaciones políticas, las que respeten y acepten, conserven la diferencia en la mayor medida posible, es decir costumbres, lengua, derecho a escuela propia, a celebrar sus días festivos o a vestir según su cultura. Implica el tratamiento conjunto sobre la aceptación y el fomento de la diversidad y la diferencia, en un marco no unificador ni coactivo, mediante medidas políticas y jurídicas. Por eso representa una reacción contra el asimilacionismo. Su objetivo es lograr una cohesión y una convivencia positiva en una ciudad multicultural.
iii)     El interculturalismo o la promoción del diálogo entre todas las culturas. Parte de una concepción cultural por la que las culturas son comunidades orgánicas, diferentes entre sí, aunque no son vistas como comunidades autárquicas. Acredita la posibilidad del aprendizaje mutuo a través del diálogo entre las culturas. Parte del principio de la dignidad de todas las culturas y tiende a valorizar las del Tercer Mundo. El encuentro se considera desde el punto de vista de un “proceso” para el que se requiere no sólo una buena disposición, sino implementar una herramienta conceptual y un lenguaje. Es una metodología procesal.
iv)     El transculturalismo. Esta propuesta mantiene como objetivo la formación de identidades personales ricas y estables que no pueden ser estructuradas únicamente dentro de los límites de la cultura, sino mediante una verdadera interacción entre los individuos que componen las diversas culturas. Promueve una forma de vida por la cual la identidad personal pasa, necesariamente, por el cruce y el mestizaje cultural apoyado en una política de sincretismo amplio. En vez de ontologizar las diferencias o conformarlas, se trata de una interacción permanente entre ellas, pero simultáneamente propugna la tendencia a su abolición. De esa manera pretende favorecer relaciones transversales interactuantes y mutuamente transformadoras, constituyendo una especie de red en que las diferencias se interpretan con vistas a la formación de síntesis inéditas, diferencias imprevistas y de nuevas síntesis. Este ideal ha de ser atendido antes que nada al nivel en que se encuentran las conciencias individuales y mediante una educación que permita formar identidades complejas o metaculturales nómadas, siempre abiertas, haciéndose y reconstruyéndose, a través del conocimiento dialógico con el otro y todos los otros que, conforman el género humano. De manera que sea relativizada permanentemente toda identidad colectiva.