11/09/2012

Origen metafórico del concepto de cultura


Al remontarnos al uso antiguo de cultura nos topamos con el latín, en el que su significado es cultivar y se aplicaba a las tierras cultivables. Aquí podemos introducir un elemento clave: los espacios de la cultura comienzan siendo las agrupaciones habitadas estables. En opinión de Vallescar (2003, p. 23) ningún pueblo nómada ha desarrollado un concepto similar al de cultura Y no olvidemos que el trabajo agrícola era la actividad propia de la población estable, frente a las actividades de los nómadas:
“[…].finalmente, se puede afirmar que la expresión el espacio de la cultura, se refiere a las primeras configuraciones de ciudades o núcleos urbanos. Estos se dieron cuando los grupos humanos comienzan a asentarse y estabilizarse –el paso del nomadismo al sedentarismo- según su funcionalidad geográfica y estratégica , estructura topográfica y la idea de orden –cultura del espacio-, el cultivo de plantas y la cría de ganado, el desarrollo del comercio y transporte. Con el tiempo algunas de esas ciudades se convirtieron en Imperios “Ciudades-Estado”. Esto supuso su evolución y creciente complejidad a todos los niveles y se constituyeron en un verdadero foco creador y transformador de la cultura. El hombre civilizado será pues desde los inicios el hombre educado en la civitas, que hace posible la civilización o cultura” 
Intentaremos profundizar algo más, todos los discursos están poblados de metáforas, aunque es evidente que, en la mayoría de los casos, pasan desapercibidas tanto para quien los dice como para quien los escucha. Es más, las metáforas, como afirma Lizcano (2005), no solo están presentes en los discursos, es que les sirven para estructurar su lógica interna y organizar sus contenidos. Lo importante está en que, a través del análisis de las metáforas, se pueden penetrar las capas superficiales del discurso para acceder a lo no dicho en el mismo, es decir, el estudio de las metáforas puede convertirse en un potente analizador social. De tal análisis podremos obtener una visión de la génesis, composición, elaboración y articulación interna del concepto de cultura.
El método que utilizaremos, y que nos propone Lizcano (2005), es tanto analítico como hermenéutico, con toda la carga de escuela anticientífica que esta última opción posee. De tal análisis podremos obtener una visión de la génesis, composición, elaboración y articulación interna del concepto de cultura.
Todos los conceptos científicos -y el de cultura lo es-, tienen origen metafórico y en la metáfora que generará el concepto de cultura se encuentra la conjunción de dos campos, el de la agricultura y el de la inteligencia. Cada uno de ellos por separado, parecen constituir campos autónomos, con sus propios conceptos independientes, que vienen a confluir y entremezclarse en la generación metafórica del concepto de cultura.
El análisis “sociometafórico” de los conceptos permite, por un lado, extender su alcance hasta los conceptos usados por las ciencias o la lógica y por otro, enraizar el análisis en el sustrato social y político desde el que las metáforas emergen y se consolidan, que es el que utilizaremos en la primera parte de nuestro trabajo, mientras abordamos su origen y cuando más adelante estudiemos una posterior traslación metafórica.

 En el campo semántico en el que la cultura se inscribe, acompañando a cultedad, culteranismo, culterano, cultería, el término se desplaza desde el trabajo de la tierra –sujeto de la metáfora- hasta el cultivo de la inteligencia –término de la metáfora-, unificando las figuras de los campos sin cultivar a la de los hombres rudos y acercando su significado al de educación.
 Pero el sujeto de la metáfora al que nos referimos, fue a su vez término en un desplazamiento más antiguo en el antiguo indoeuropeo. Su origen está en la raíz indoeuropea Kwel, que posee dos campos semánticos. Uno que agrupa los significados que vienen de lejos, dando origen a las raíces griegas de tele y paleo. Y otro, más rico en derivaciones que agrupa significados como girar, hacer girar, revolverse, andar por ahí o establecerse ahí, de donde provienen las raíces griegas de bucólico, calesa, ciclo, ciclón, collar, degollar, palíndromo, palinodia, polea, polo, talismán como afirman Roberts y Pastor, en su Diccionario etimológico indoeuropeo de la lengua española.
Otra de las acepciones de Kwel dio origen a las raíces latinas de colono, colonizar, agrícola, culto (a los dioses), inquilino y quizás domicilio. A este subgrupo que carece de similares en griego, pertenece cultura que deriva de colo.
En latín, colo empezó por decir ‘andar habitualmente en el campo’, y de ahí pasó a los significados de ‘habitar’ y ‘cultivar’. Como los dioses del lugar también lo habitan y protegen, colo se extendió al significado de ‘cuidar’ y, recíprocamente, ‘venerar’ (a los dioses protectores). Finalmente, se extendió a ‘cultivar las virtudes, las artes’ según Meillet y Ernout (2001; p. 133) y la palabra cultura se incorporó al lenguaje moderno con Cicerón y su cultura animi.
El término que más se acerca a cultura en griego es “paideia” (παιδεια). Ésta significa para nosotros educación, aunque representaba la formación necesaria para convertir a los individuos en ciudadanos aptos de la polis. Podemos ver que tanto en Grecia como en Roma, la cultura hace referencia a un crecimiento personal progresivo, cultivación o humanización.
La primera aparición del término cultura se produce en la Francia del siglo XIII con el significado de cultivar la tierra o referencias al culto religioso, como señala Lucien Febvre, citado en Goberna Falque (1999, p. 27). Este segundo significado cae en desuso a lo largo del siglo XVI mientras que la traslación metafórica que se produjo en el término latino, vuelve a suceder en el término francés, comenzando a extenderse su uso en las postrimerías del siglo XVII. En estos momentos necesita un complemento de objeto, es preciso hacer referencia al objeto que se cultiva, estamos por tanto en presencia de una cualidad, en su origen no es sustantiva.
En español, según Corominas (Diccionario crítico etimológico. 1954), la palabra cultura está documentada desde 1515 (es de suponerse que significaba ‘cultivo del campo’, pero no lo dice).
En la edición de 1780, establece que cultura significaba:
“Las labores y beneficios que se dan a la tierra para que fructifique.” “El estudio, meditación y enseñanza con que se perfeccionan los talentos del hombre.” “La hermosura o elegancia del estilo, lenguaje, etc.” “ant. Culto, adoración.”
Parece evidente que en España, en el siglo XVIII, se había realizado la traslación metafórica y asumido el nuevo concepto de cultura extendido, como veremos, por la Ilustración.

11/02/2012

Bobility o el arte de parecerlo sin necesidad de serlo


"Bobility  es un artilugio conceptual mediante el cual la clase privilegiada de la sociedad adquiere parte del prestigio de ciertas virtudes respetadas sin la inconveniencia de tener que practicarlas", asi de esta manera tan fantástica define Gellner el fenómeno de la bobility.

Ciertamente la construcción elitista de la cultura que se realizó en la Ilustración se sirvió, con irritante frecuencia, del concepto como justificación para promover y legitimar la posición de gobernantes de sus élites.

 Pasado el tiempo, tras revoluciones, involuciones e institucionalizaciones de nuevos-viejos sistemas las concepciones de cultura jerarquizada, de cultura entendida como sustantivo y escrita con mayúsculas, vuelven a convertirse en justificación de nuevos “establishments”, con su bobility como artilugio.

No resulta por tanto extraño que los aparatos de los partidos utilicen el artilugio conceptual de la bobility, para proporcionar a sus miembros las virtudes que, en su momento, reverenciaron a quienes con sus actos contra la opresión generaron nuevos sistemas políticos. Eso si claro los inconvenientes de practicar tales virtudes, justicia, solidaridad, conocimiento, legitimidad, quedan al margen y evitables mediante nuestro artilugio y, por tanto, les permiten ser liberales sin serlo o bien socialistas sin haber entendido jamás el concepto