7/31/2012

Cercanía sociológica


Con este modelo asumimos como opción teórica preferente que la identidad y la conducta de los individuos son inseparables de sus inclusiones sociales, por lo que la única posibilidad de conocer al individuo pasa necesariamente por el conocimiento de la exterioridad social en la que se desenvuelve.
Este modelo teórico nos va a acercar a conceptos diferentes que mantienen lo social como hilo conductor. Así pues podremos hablar de estilo de vida y habitus con Bourdieu (1988, 1991), de imaginario social con Castoriadis (1994), de discurso ideológico con Ibáñez (1979) u Ortí (1986) o de clase cultural con Barker y Beezer (1994).
Quizás el autor más cercano a nuestros planteamientos pueda ser Pierre Bourdieu (1988, 1991, 1991, 1996) pese a las dificultades que presenta dado que su obra desborda cualquier clasificación. El concepto fundamental que Bourdieu utiliza es el concepto de habitus como teoría de socialización mediante el cual se adquiere un sentido entrópico que permite el mantenimiento del sistema social. Pero dejemos que sea el propio Bourdieu quien nos hable del habitus (1991; pág. 92):
“Los condicionamientos asociados a una clase particular de condiciones de existencia producen habitus, sistemas de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas para funcionar como estructuras estructurantes, es decir, como principios generadores y organizadores de prácticas y representaciones que pueden estar objetivamente adaptadas a su fin sin suponer la búsqueda consciente de fines y el dominio expreso de las operaciones para alcanzarlos, objetivamente reguladas y regulares sin ser el producto de la obediencia a reglas y, a la vez que todo eso, colectivamente orquestados sin ser producto de la acción organizadora de un director de orquesta.”
Pese a las resistencias que el análisis sistémico me produce y su evidente limitación, Bourdieu, junto a las pinceladas añadidas por Berger y Luckmann (1968) y Sloterdjick (2004) o a la posterior construcción de Castro Nogueira et alii (2005) que construyen junto al habitus el denominado fluxus, constituye el soporte más eficiente de este marco teórico.
Desde este modelo teórico la investigación cualitativa se centrará en el intento de descubrir los contenidos y los límites o fronteras de las corrientes culturales en las que se construye la identidad y personalidad de las personas. Creo que, desde esta posición teórica, cuando se reúne un grupo el investigador no puede aspirar a obtener resultados que hablen de motivación, interés, actitud o emoción, sino que el objetivo es acercarse, a través del lenguaje, a las formas culturales y sociales en que esa persona se ha socializado y a los discursos que la sustentan. Así pues, el interlocutor válido en palabras de Castro Nogueira et alii (2005; Pág. 477) será:
[…] no es propiamente el individuo concreto de carne y hueso, sino un interlocutor virtual estereotipado, que reúne en sí el conjunto de corrientes sociales, de representaciones, gustos, sensibilidades y elementos ideológicos que componen el retrato robot con el que la persona puede identificarse y por el que puede interesarse.”
El individuo pierde aquí su protagonismo porque se pone el acento sobre el mundo social en el que se desenvuelve. No obstante, es evidente que este modelo margina elementos fundamentales de la realidad social tal y como la percibimos, las personas también actúan al margen de las estructuras y los sistemas de orden que regulan las relaciones y existe la capacidad de recreación de las normas culturales. Estamos, por tanto, en una situación de retroalimentación, el ser humano es un producto social pero al mismo tiempo debemos ser conscientes de que lo social es un producto del ser humano, planteamiento que desarrollaron Berger y Luckman en su obra “La construcción social de la realidad” de 1968. En esta situación coincido plenamente con Strauss y Corbin (2002) en que el investigador ha de fijar su atención a los procesos de interacción cultural y social, mediante los cuales se reconstruyen y actualizan constantemente las convenciones sociales y se establecen los mecanismos por los que se resuelven los conflictos, demostrando la capacidad para adecuar esos mecanismos a las circunstancias particulares en las que se producen.
Nos situamos pues, en un marco teórico que intenta acercar aquellas teorías, tanto sociológicas como antropológicas que intentan explicar la cultura y la sociedad en función de un complejo conjunto de variables con capacidad de establecer nomologías y las orientaciones más individualistas que, dentro de teorías como la de la elección racional o la de juegos, intentan representar la conducta humana como una creación individual aunque regulada por complejos algoritmos.
Al movernos en este modelo la estrategia metodológica fundamental es la observación y el análisis de discursos, esencialmente verbales, a través de los que el investigador puede acceder al imaginario cultural y social correspondiente. Y dentro de estas estrategias las técnicas que entiendo más adecuadas son el grupo de discusión y la entrevista en profundidad, aunque alejándose de sus orígenes, de su carácter clínico, reorientándose hacia el análisis de un discurso culturalmente definido y configurado como imaginario colectivo. Por último, frente a la representatividad extensiva que busca la investigación cuantitativa, la investigación cualitativa intenta la reproducción experimental de las relaciones estructurales permitiendo, de ese modo, la producción de los discursos culturales adscritos a determinadas posiciones sociales.

7/02/2012

ESTABLECIMIENTO DEL MARCO TEÓRICO


Coincido con Castro Nogueira et alii (2005) en que toda investigación tiene su origen en los intereses y compromisos teóricos del investigador, no son los hechos los que inducen la investigación:
“[…] es la mirada teórica e interesada del investigador la que constituye y convierte ciertas realidades en hechos y, mas tarde, en datos de una investigación.” (pág. 473)
Desde esta posición es evidente que aclarar los marcos teóricos sobre los que descansa la investigación resulta esencial. Al mismo tiempo, haber efectuado un recorrido temporal sobre los objetos de la misma nos ha permitido ajustar y redefinir nuestros compromisos. Ese recorrido permite al investigador establecer conexiones entre los fundamentos teóricos y el propósito de la investigación. Ahora bien, ese camino no es fácil y asumir, pese a la evidente incomunicabilidad de paradigmas, una postura ecléctica genera tensión. Mi posición personal es compleja, alejada del exclusivismo que plantea que sólo un modelo es pertinente y en la cercanía de que en una investigación pueden mezclarse diversos modelos teóricos sin miedo. Castro Nogueira et alii (2005, pág. 474) plantean en cambio una posición intermedia: “[…]; a nuestro juicio, sólo hay un modelo teórico pertinente para cada investigación, pero hay muy diferentes tipos y propósitos de investigación.”.
Debemos ser coherentes y establecer un marco teórico que agrupe un conjunto de enfoques o tradiciones teóricas que gravitan sobre la realidad social y, al mismo tiempo, sobre el componente simbólico del mundo humano, en todas sus manifestaciones. Estos enfoques parten de un elemento común la realidad social, como dicen Castro Nogueira et alii (2005; pág. 476):
“la idiosincrasia y la conducta de los individuos son inseparables de sus inserciones sociales, de modo que el camino para conocer la interioridad y la subjetividad individual pasa por el conocimiento de la exterioridad social en la que se desenvuelve el individuo”
Por tanto, nuestro marco o, quizás más bien, nuestro modelo resaltará una serie de conceptos que se ajustan al protagonismo de lo social frente a lo individual, de ahí que hablemos de sensibilidad social, discurso ideológico, estilo de vida, imaginario social o habitus.
Al mismo tiempo, procuraremos incluir un enfoque semiótico o, más bien, sociosemiótico. Durante las últimas décadas del siglo XX y hasta el momento actual se va produciendo una toma de conciencia de la distancia existente entre conocimiento y realidad, destacando la naturaleza representativa del conocimiento y la función mediadora de los símbolos en su adquisición y conservación.