3/16/2012

La oscura sombra.

Primero, con el viento, llegaron los rumores. Una confusa mezcla entre susurros, medias palabras e insinuaciones. Una gran parte de los habitantes afirmaba que el Señor, que ocupaba su puesto desde la derrota del usurpador en los inicios del pasado invierno, conocía, por su relación con la lejana corte de la capital reconquistada en la misma larga y cruenta guerra que la región, los hechos que se relataban entre susurros en la aldea.
"Se dice que gran parte del antiguo reino ha sido reconquistado" afirmaban unos, mientras los demás asentían en silencio y la Dama Roja, última representante de la antigua Cámara que gobernaba el Sur, redoblaba sus esfuerzos y asentía "Sólo quedamos nosotros y ya ni siquiera dominamos los antiguos enclaves, si no resistimos la sombra llegará".
Efectivamente, las fortalezas, castillos y pequeños donjon extendidos por el Sur, iban cambiando de señor alarmantemente. Los místicos de la Cámara se mostraban incapaces y recurrían a los hechizos de la oscuridad, pensando en derrotar al Señor del Norte con sus propias armas. Pero ¡ayyy! las armas del enemigo se vuelven en tu propia contra cuando tú las usas.
El viento se mantuvo un tiempo y después, sin que las lluvias llegaran, una extraña calma se extendió por el Sur, mientras que los viejos rumores se iban confirmando y el "Nombrado por el Norte" recorria el territorio asegurando su futura sumisión.

Continuará sin JONBAR lo quiere.

3/08/2012

Vudu, Freud, austriacos y neoliberales

"Tal es, con toda probabilidad, el caso de la obra de Carlos Marx. concebida por su autor como una historia "natural" del capitalismo, similar al origen de las especies de Darwin. Ahora bien, lo que sin duda Marx no pudo prever, y lo que sin duda diferencia cualitativamente su obra de la de Darwin es que la naturaleza no leyó a Darwin, pero la sociedad si leyó a Marx."

Berger y Luckmann nos cuentan que hubo un día en que dos individuos, alejados en la distancia, en sus posibilidades económicas y en sus creencias, sintieron la misma inquietud. Uno de ellos, trabajador de los campos de caña de Haití, conocedor del mito y seguidor de las prácticas vudú, descubrió en su inquietud claras señales de que había intentos de convertirlo en un zombie y su psicología internalizada en esas creencias lo convirtió dramáticamente en un poseso. Al mismo tiempo, un ejecutivo neoyorkino que construye su identidad con las bases de la psicología freudiana y con esos mismos síntomas los identifica inmediatamente como una neurosis y comienza rápidamente su tratamiento psiquiátrico. 
Esta propuesta explicativa nos permite comprender que las teorías, creencias, objetivos y expectativas de los sujetos y los grupos y sociedades en que se integran, tienen efectos no sólo para explicar los flujos sociales sino también para producirlos, las ciencias sociales poseen reflexivilidad.
Poco antes de la gran crisis del año 29 del siglo pasado, los empresarios con formación económica neoclásica ante los primeros síntomas de la depresión económica atribuyeron tales síntomas a factores que definieron como presión sindical, altos tipos de interés, caída de la demanda y una evidente distorsión del mercado de trabajo, actuando mediante reducciones de salarios y recortes de inversión, agravando todavía más la crisis que condujo a una de las más severas depresiones de la historia.
Décadas despues, quizás esos mismos empresarios reconvertidos al keynesianismo, reclaman al Estado dinero más barato, procuran mantener los niveles salariales para poder mantener el consumo e instan a las Administraciones a que pongan en práctica un ambicioso programa de obras públicas y gastos sociales.
Hoy, con unas nuevas teorías y expectativas, los empresarios e incluso el mismo Estado, se ajustan a los nuevos paradigmas macroeconómicos corroborando con su actitud las nuevas propuestas de las Escuelas de Negocios.
Me uno a Coleman cuando insiste en que cualquier teoría debe considerar y aclarar, en la medida de lo posible, sus efectos sobre la realidad que analiza o describe, en sus propias palabras: "una autoconciencia de sus propias inercias performativas". Pese a todo el "test de consistencia reflexiva" de Coleman sólo analiza el impacto de los científicos sociales, a través de sus propias prácticas, sobre la realidad social y no al impacto sobre el públicio, y de éste sobre la acción colectiva.