2/27/2012

Postmodernidad, movimientos sociales, la vuelta de la comunidad


Otras lecturas diferentes, Steiner (1992) fundamentalmente, me acercaron a la postmodernidad. El derrumbe de los metarrelatos justificadores, la conciencia del etnocentrismo de la modernidad, el fracaso de la educación como barrera que impedía la brutalidad y el caos me han afectado profundamente.
Pero el acercamiento a los movimientos sociales a causa de mi trabajo me llevó a la constatación de la diversidad sin determinismos, fundamentada en la infinita capacidad creativa de los seres humanos en los que sigo confiando y creo que ha llegado el momento de encontrar los caminos del diálogo y la solidaridad que nos permitan la construcción de los nuevos universales que presidan la vida del nuevo mundo globalizado.
Coincido con Carrithers (1995, p. 17) en que la pregunta fundamental que puede plantearse un investigador de lo cultural es. “¿Qué es lo que debe ser considerado cierto para los humanos en general? Si llegamos a determinar las formas de diversidad existentes, podríamos comprender que unifica esta diversidad. Así pues, estudiar y comprender la diversidad puede ayudarnos a formular esos nuevos universales.
Nunca como hoy hemos tenido tan presente la palabra cultura en nuestro vocabulario diario. Los políticos la convierten en un elemento clave de la democracia y en instrumento para salir de la crisis. El presidente del Partido Popular en España[1]  afirma: que la cultura es: “un asunto de Estado que trasciende cualquier división ideológica y partidista al constituir uno de los elementos que vertebran la identidad de la Nación española”. El Plan Estratégico para la Cultura en Andalucía la define como:”un derecho ciudadano y recurso social y económico”. Hablamos de cultura empresarial, de cultura política, aseguramos que un centro educativo tiene su “cultura”, incluso llegamos a afirmar que tal o cual elemento de cualquier juego no están en la cultura de tal o cual entrenador. Kuper (2001, p. 19) dice que la belleza de toda esta situación es que nos encontramos ante algo que todo el mundo entiende y nos propone una cita de Larissa Mac Farquar:
“Tratamos de vender semiótica, pero lo encontramos algo difícil’, informaba una compañía londinense llamada Semitic Solutions, ‘así que ahora vendemos cultura. Ésta [noción, palabra] la conocen. No tienes que explicarla’. Y no hay motivo ni llamamiento alguno para no tratar la cultura como se merece. ‘La cultura lleva la voz cantante por lo que se refiere a motivar la conducta del consumidor’, proclama un folleto de la empresa, ‘más persuasiva que la razón más de masas que la psicología”.
Pero, al mismo tiempo, la cultura bien podría estar, siguiendo a Kuhn (1989, p.21), en una “crisis del paradigma”, desconfianza de las reglas de solución normales y proliferación de teorías especulativas, porque existen distintas teorías de la cultura en la postmodernidad que reflejan claramente ese nivel especulativo.
Ahora bien, ¿Cuándo hablamos de cultura, multiculturalidad, multiculturalismo, interculturalidad…….estamos todos hablando de lo mismo? La cultura y sus epígonos son conceptos clave de discusión en muy diversos ámbitos en la actualidad. Existen conceptos que encierran dentro de sí un proceso continuo de transformación con diferentes  velocidades e intensidades y su significado se mueve en búsqueda de nuevas significaciones


[1] http://www.larazon.es/noticia/3002-la-cultura-pide-un-cambio

2/22/2012

Teoría de alcance medio, nomología y sistemas


Uno de los aspectos que me resultaron más apasionantes en mi formación como historiador fue el del cambio cultural y la diversidad, especialmente desde su análisis en arqueología. Los conceptos de cultura, cambio cultural, difusión o generalidad intercultural articulaban diferentes discursos según se expresara el funcionalismo, el estructuralismo, el procesualismo o nueva arqueología, el postprocesualismo, el neoevolucionismo o la ecología cultural. En tanto que la arqueología no puede observar el comportamiento de las culturas que estudian, los arqueólogos deben inferir el comportamiento y las ideas a partir de los restos materiales y del impacto que las diferentes culturas generaron. La nueva arqueología liderada por Binford (1997) definía a la cultura como una forma extrasomática de adaptación al medio de los seres humanos, pretendiendo la reconstrucción completa de los procesos culturales del ser humano, con base en el positivismo lógico y utilizando el método científico hipotético-deductivo, aunque con un profundo anti-historicismo, llegando a la conclusión de que no hay un pasado objetivo y de que las maneras que utilizamos para representárnoslo no son sino textos que producimos en función de nuestra posición sociopolítica. La necesidad de generalización que difícilmente puede alcanzar al comportamiento humano configuró la clasificación de sus teorías o generalizaciones en categorías altas, medias o bajas y permitió la aparición de la teoría de Alcance Medio, que intentaba utilizar datos etnográficos para unir fenómenos observables arqueológicamente y comportamientos humanos. Esta escuela con su materialismo determinista con marcados acentos lamarckianos y su enfoque sistémico influyeron notablemente en mis concepciones.
Pero, las teorías de nivel medio, y la de alcance medio lo es, configuran generalizaciones que, desde el postpositivismo, formalmente se estructuran como leyes universales, lo que en alguna medida viene a considerar a la naturaleza humana como invariable. Por otra parte, el análisis sistémico de la cultura, que propone la modernidad, nos la muestra en una permanente crisis, independientemente de la deriva pesimista de la Teoría de Sistemas que se aleja del optimismo de Parsons, como afirma Lyotard (1992, p. 34):
.” […]….Parsons en los años 50 asimila la sociedad a un organismo autorregulado. El modelo teórico e incluso material ya no es el organismo vivo, lo proporciona la cibernética que multiplica sus aplicaciones durante y al final de la segunda guerra mundial.
En Parsons, el principio del sistema todavía es, digámoslo así, optimista: corresponde a la estabilización de las economías de crecimiento y de las sociedades de la abundancia bajo la égida de un welfare state moderado En los teóricos alemanes de hoy, la Systemtheorie es tecnocrática, es decir, cínica, por no decir desesperada: la armonía de las necesidades y las esperanzas de individuos o grupos con las funciones que asegura el sistema sólo es un componente adjunto de su funcionamiento: la verdadera fiabilidad del sistema, eso para lo que el mismo se programa como una máquina inteligente, es la optimización de la relación global de sus input con sus output, es decir su performatividad.”
Luhmann (1996) explica que de la Teoría General de Sistemas Abiertos surgen tres teorías subsidiarias que intentan explicar la relación de los sistemas con su entorno: 1) Input/Output, 2) Feed Back Negativo y 3) Feed Back Positivo. Con elevado nivel de relación con la cibernética en su acepción de arte de conducción de sistemas técnicos y sociales, muestra ese cinismo al que se refería Lyotard y reserva une elevado índice de construcción teórica para el análisis de la entropía y la negentropía.

2/15/2012

CULTURA o multitud.


Hay términos, y el de cultura lo es, que generan una gran cantidad de literatura en sus alrededores, y además esta literatura no es pacífica. Son múltiples las disciplinas que se acercan y pretenden definirla, pero curiosamente, desde las aulas, desde la visión educativa se asumen diferentes conceptualizaciones, con una sensación más bien de azar, porque el foco del interés se centra en la interculturalidad y su práctica educativa. Esta situación conlleva que algunas propuestas se estructuren desde conceptualizaciones de la cultura estáticas que no contemplan su vitalidad, su reconstrucción diaria, generando actuaciones limitadas que, en la mayoría de los casos, no pasan de una visión superficial, limitada a facetas concretas, sin que se produzca un verdadero diálogo. Probablemente sea necesario acercarnos a las distintas definiciones de cultura hechas desde los distintos ámbitos académicos que la abordan, pero quizás, la mejor aproximación, sobre todo si intentamos acercarnos a su mayor valor para la educación, sea la realizada desde la antropología que, comenzó su andadura en el siglo XIX como ciencia de la historia, a raíz de los éxitos que el método científico, impulsado por la Ilustración, había obtenido en los campos de la física y la biología, llegando a pensar que era posible descubrir y descubrir las leyes universales que gobernaban los fenómenos socioculturales (Harris, 1993).
Ahora bien, tras dos siglos de recorrido, la antropología no encuentra una definición común que sea pacífica, como afirma Harris (2000, p. 17):
“El único ingrediente fidedigno que contienen las definiciones antropológicas de la cultura es de tipo negativo: la cultura no es lo que se obtiene estudiando a Shakespeare, escuchando música clásica o asistiendo a clases de historia del arte. Más allá de esta negación impera la confusión.”